La obra de Lara Almarcegui parte de la toma de conciencia de la ciudad, de sus descampados y de sus edificios como punto para reflexionar sobre la evolución de la propia urbe y los elementos que la componen
Con proyectos comprometidos como sus guías de ruinas modernas y de descampados urbanos, o sus montañas de escombros, Almarcegui ha llevado su trabajo a capitales como Londres, Beirut o Viena y ha participado en eventos internacionales de arte contemporáneo tan importantes como Manifiesta 9 (2012) o la Bienal de São Paulo (2006).
Bajo el comisariado de Octavio Zaya, Almarcegui lleva a la cita italiana —el mayor acontecimiento del mundo del arte contemporáneo— dos propuestas relacionadas que inciden en su línea de trabajos anteriores. Una de ellas aborda el espacio físico del Pabellón de España en los Giardini, mientras que la otra investiga un terreno vacío junto a la isla de Murano.
En el Pabellón, una gran instalación escultórica reacciona a la arquitectura del edificio construido por Javier de Luque en 1922, extendiéndose por todo su interior. Esta intervención está formada por montañas de diferentes materiales de construcción, los mismos y de igual cantidad que los empleados para erigir el propio edificio en el siglo pasado.
Como eje principal, una gran montaña —formada por escombros de cemento, tejas, y ladrillos convertidos en grava— ocupa su sala central, haciendo casi imposible acceder directamente a este espacio. Otras montañas menores hechas, cada una, de un solo material (serrín de madera, cristal y la mezcla de escoria y ceniza de acero), estarán ubicadas en las salas perimetrales, por donde el público podrá circular rodeando el montículo de mayor tamaño.
“Los materiales provienen de restos de demoliciones que, tras ser reciclados según el proceso de tratamiento de escombros de Venecia, se han transformado en grava”, explica la artista sobre su intervención.
A su vez, junto a Murano, Almarcegui ha desarrollado “Guía de la Sacca San
Mattia, la isla abandonada de Murano, Venecia” una investigación en torno a la
Sacca San Mattia, una isla que se ha formado con escombros de cristal de la industria de Murano. El proyecto consiste en el estudio de un descampado en dicha isla, cómo se formó, el presente geológico y medioambiental del lugar, los proyectos que se han planeado para él y por qué estos no se han llevado a cabo.
Sobre este proyecto, Almarcegui desvela: “la investigación previa la he realizado a través de conversaciones con urbanistas y arquitectos de Venecia que me indicaron los planes que se van a llevar a cabo, de modo que pudiera localizar los descampados y terrenos vacíos que se van a ver afectados por estas transformaciones. Para seleccionar el más significativo realicé un recorrido por estas zonas”. Y añade, “la Sacca San Mattia me pareció el descampado más adecuado en el contexto de Venecia debido a su compleja y extraña configuración a partir de capas de restos de la industria del cristal y la construcción”. Se trata de un antiguo vertedero abandonado creado entre las décadas de 1930 y 1950 con rellenos de escombros y dragados de la laguna.
Con 26 hectáreas de extensión sin construir, es el espacio disponible vacío más amplio de Venecia, lo que da lugar a toda clase de especulaciones, como el controvertido proyecto de excavar un tren bajo la laguna para comunicar el aeropuerto con la ciudad, que tendría una parada en la zona.
En 1995, una joven artista inicia, durante un mes, la restauración de un antiguo mercado a punto de ser demolido en San Sebastián. Aunque sabía de antemano que fracasaría en su intento de salvar el edificio, fue su primer gran proyecto.
Le seguirían otros como la creación de un hotel gratuito en una antigua estación de tren abandonada cerca de Zaragoza (1998), o su serie de 9 pósters titulada “Demoliciones, descampados, huertas urbanas” (1995-2002).
“Me interesan los descampados como espacios que no encajan en ningún diseño urbanístico. Son espacios importantes por sí mismos”, ha comentado la artista, y puntualiza “me siento muy a gusto en ellos. Me dan una sensación de libertad muy agradable”. Las guías de descampados se han convertido en sus obras más difundidas. Son un modo de conservar esos espacios —que desaparecerán con el desarrollo de la ciudad—. El solar, protegido durante la intervención de la artista, rompe momentáneamente la cadena económica de desarrollo que rige la lógica urbana, pero también su historicidad. La existencia de estos espacios cobra sentido dentro de la ciudad como resto arqueológico de su pasado, pero también como una potencialidad de lo que el espacio vacío puede llegar a ser.
Por otra parte, sus investigaciones sobre materiales de construcción y demoliciones la han llevado a trabajar con los elementos constructivos de los propios edificios como materia prima. En el año 2000, junto a un depósito de agua del siglo XIX a punto de ser demolido en la localidad francesa de Phalsbourg, dispuso los mismos materiales con los que se había construido el depósito. Deconstruyó la edificación en los elementos que se habían empleado para levantarla.
En una fase posterior de este proceso deconstructivo, Almarcegui ha llegado a reducir una inmensa megalópolis como São Paulo, convirtiendo la suma de sus componentes (cemento, piedra, madera, asfalto…) en toneladas de peso como crítica al crecimiento acelerado de la ciudad. “Intento hablar de algo, evitando presentar una imagen. Son formas de ‘cargarme’ cualquier idealización del espacio. Presentar un edificio como 100 toneladas de hormigón, 30 de acero y 10 de ladrillo es reducirlo a su realidad bruta y física. Además, mostrar los
‘ingredientes’ de un edificio permite imaginarse un lugar tal y como fue antes de ser construido y tal y como será tras ser demolido en un futuro”, declaró recientemente.