El documento, escrito en 1597, se encuentra en la sección de Inquisición de Córdoba del Archivo Histórico Nacional y ha sido descubierto por la hispanista Amelia de Paz durante los trabajos previos de preparación de la exposición Góngora. La estrella inextinguible. Magnitud estética y universo contemporáneo, organizada por Acción Cultural Española (AC/E).
Los últimos textos conocidos de Góngora se descubrieron en el siglo XIX.
La hispanista Amelia de Paz ha descubierto durante los trabajos previos de preparación de la exposición Góngora. La estrella inextinguible. Magnitud estética y universo contemporáneo, organizada por Acción Cultural Española (AC/E), un nuevo texto autógrafo de Góngora. El documento, encontrado en los fondos del Archivo Histórico Nacional de Córdoba, dentro de la sección de la Inquisición, es una testificación del poeta cordobés ante el Santo Oficio el 25 de febrero de 1597, en la que acusa al inquisidor de Córdoba, Alonso Jiménez de Reynoso, de una conducta irregular.
La testificación de Góngora ante el tribunal consta de diez páginas en las que relata, entre otros, los encuentros amorosos entre el inquisidor Reynoso y Doña María de Lara, a la que califica como “muy pública y escandalosa”. En un momento de su relato, Góngora declara ante el tribunal el siguiente episodio:
“Ýtem, e oýdo deçir a Áluaro de Vargas, paje que fue del dicho ynquisidor, como la dicha doña María era su amiga y entraba y salía en su casa muy de hordinario, y la tenía veinte y treinta días en un aposento alto que llaman de la Torre, donde la entraban por una escalera falsa que está en la principal, que sube a su quarto, y para tener correspondençia a su aposento hiço romper a costa del Rey la muralla de nueue pies en ancho, y el dicho Vargas la bio abrir y trabajar en ella como agora se puede ber por vista de ojos; y que quando el dicho ynquisidor dormía con la susodicha doña María lo echaba él de ver en quatro y seis camisas que había él mudado la noche y estaban tendidas a la mañana en el terrado para enjugallas del sudor, donde hallaba en las delanteras de las dichas camisas las inmundiçias y suçiedades hordinarias de semejantes actos, como lo dirá el dicho Áluaro de Vargas”.
Los autógrafos de Góngora que han visto la luz son apenas una treintena, exceptuando firmas y palabras sueltas. Entre los más destacados figuran las 28 cartas que Enrique Linares exhumó del manuscrito Angulo y Pulgar en 1892. Durante el siglo XX, sólo se conocieron los dos renglones con los que el poeta apostilló de su mano una carta dictada y que Dámaso Alonso dio a conocer en el tricentenario gongorino.
Para la gongorista Amelia de Paz este hallazgo cambiará, probablemente, la visión que se tenía hasta ahora de Góngora: “El contenido de este texto es insólito. Estamos acostumbrados a leer a un Góngora severo y serio. En este documento, se nos aparece un Góngora simpático y guasón, más cercano al estilo que marca en sus poemas”. Además, esta testificación ante el tribunal “nos muestra muchos detalles de la vida cotidiana de Góngora que no eran conocidos”, añade la investigadora.