David Felipe Arranz acaba de publicar Arquitecturas de la ficción (Editorial Líneas Paralelas), más de treinta artículos seleccionados en una década de investigación y publicación en revistas literarias de este periodista y filólogo, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid
En Arquitecturas de la ficción el autor recopila temas y obras de un canon personal que une ocio y didactismo. Por sus páginas desfilan análisis sobre autores de la literatura universal como Denis Diderot, el Marqués de Sade, Edgar Allan Poe, Alfred Tennyson, Dostoievski, Mark Twain, Selma Lagerlöf, Thomas Mann, H. G. Wells, Doris Lessing, Susan Sontag, Gore Vidal y Ken Follett. O grandes nombres de las letras hispánicas, como Diego de Torres Villarroel, Jovellanos, Mariano José de Larra, Juan Carlos Onetti, Adolfo Bioy Casares –del que se han cumplido el pasado septiembre 100 años de su nacimiento–, Miguel de Unamuno, Luis Cernuda, Edgar Neville, Miguel Delibes o Francisco Umbral. También hay artículos dedicados a las mujeres pioneras de la investigación como Oliva Sabuco, Marie Curie y Dolors Aleu; o incluso de figuras destacadas de la política estadounidense como Abraham Lincoln o Martin Luther King. Además, la música tiene su lugar a través de la “metafísica resonante” de Richard Wagner, fruto de la confluencia de la música operística y las leyendas.
Hablamos con Arranz de su visión crítica de la cultura predominante y del papel del lector en las sociedades actuales.
Pregunta.- Su libro habla de cómo nos influyen los clásicos y modernos. ¿Qué es la recepción? ¿Qué papel juega el lector y cómo interioriza los contenidos?
Respuesta.- El receptor es el mediador entre cualquier mensaje –institucional, empresarial, público, privado, etc.– y la historia de las ideas; es el lector el que decide en casi todas las ocasiones aceptar o rechazar las corrientes de pensamiento.
P.- ¿Qué ha cambiado en el escenario cultural y mediático con la llegada de las nuevas tecnologías?
R.- Ahora, con la llegada de las TIC, ese proceso ha tomado el carácter de instantaneidad, ya que el momento del nacimiento de una idea se difunde casi instantáneamente a todas las partes del mundo. La inmediatez que exigen los procesos de comunicación y el surgimiento del ciudadano digital, un usuario avanzado que ejerce en las plataformas sociales tareas que en otro tiempo eran propias de los periodistas, han hecho que algunos expertos hayan lanzado voces de alarma advirtiendo de que el trabajo del periodista corre peligro.
P.- Vd. hace en “El Marcapáginas” de Gestiona Radio periodismo cultural. ¿Está amenazado verdaderamente el viejo oficio del periodismo?
R.- La mayoría de los periodistas ya sólo se nutren del material remitido por las agencias y de cualquier declaración política, por muy rebosante de ignorancia e interés partidista –no para la ciudadanía– que se presente, es sustanciado en noticia y convertida en un texto digno de ser publicado, convirtiendo así la sana y noble dedicación del contrapoder en una actividad más de carácter institucional, determinada por la precariedad laboral. Parece que el receptor no está ya tan interesado por la investigación periodística como por la sobreinformación: quiere saber las mayores cosas posibles en tiempo real. Es la cantidad la que en estos momentos se demanda, no la calidad. Pero… ¿por qué el público ya no demanda los grandes reportajes de investigación? ¿Es el nuevo formato online el que ya no se presta a ello?
P.- ¿Se puede medir el gusto de la masa, el nivel cultural de una sociedad?
R.- Eberhard Frey estaba convencido de que se podía proponer un modelo cualitativo y cuantitativo de la teoría de la recepción para medir el gusto de las masas y postuló la posibilidad de teorizar sobre los cánones que se forman y que rigen los gustos de las sociedades concretas. Frey pensaba que quienes hacen los juicios de valor y las normas estéticas de cada momento debían someterse como mínimo a un test donde se establecieran esas cuantificaciones. De esta forma, por un lado se comprobarían cuáles son los efectos sobre los receptores en cada momento y cuáles son los elementos que determinan que un mensaje o producto se acepte o no. Frey creía que existía una correlación científica entre el mensaje emitido, mediación entre el receptor y la evolución del pensamiento de la sociedad.
P.- ¿Y quién está en la cúspide de ese canon?
R.- Con respecto a los contenidos y al texto, Harold Bloom se hizo esa mima pregunta: quién se encuentra en la cúspide del canon occidental. En el ámbito de la literatura (y de otras artes) halló que en torno a Shakespeare se articulaba todo el canon. Para Bloom, el genio de Stratford-upon-Avon ha sido uno de los mayores y mejores estudiosos de la psique humana y, por esta razón, sus personajes han conectado con personas de todo el mundo y seguirán conectando. Si siguiéramos a Eberhard Frey, deberíamos localizar cuáles son los textos que marcan hoy en día en España, por ejemplo, la agenda mediática y, sobre todo, por qué son ésos y no otros.
P.- ¿Se entiende e interioriza todo lo que se consume? ¿Todo el cine, el teatro y la literatura nos aprovecha?
R.- Ronald Barthes defendía que una cosa es que un receptor comprenda un mensaje y otra bien distinta que lo analice, interiorice e incorpore a su imaginario. Por lo tanto, la teoría de la recepción, aunque en principio preste atención a ambos receptores, debería estar más interesada en aquél que incorpore a su modo de acceder a la realidad un texto determinado que lo ha hecho finalmente evolucionar como individuo. Un receptor activo jamás sería igual a sí mismo antes y después de enfrentarse al texto.
Para Hans-Robert Jauss, en el acto de recepción se hace necesario no sólo que un mensaje llegue a su destinatario, sino que éste sea no sólo un mero receptor que registre, sino un individuo socialmente afectado: el mensaje, en ese sentido, modifica su conducta. El consumo de textos a estos individuos les sirve para su experiencia vital, por cuanto un receptor activo es aquél que hace evolucionar sus acciones dependiendo de los mensajes recibidos. Éstos son los receptores que le interesan a la teoría de la recepción. De hecho, esa conducta activa lleva a una actividad emancipadora continua, actividad que ha sido muy estudiada por Elisabeth Noelle-Neumann, teórica de la espiral del silencio, que afirma que para emanciparse de los mensajes anteriores habrá momentos en los que se produzcan rupturas con el legado anterior: los individuos que no tienen miedo a los cambios son los que rompen con la espiral del silencio. No hay que temer la llegada de lo nuevo.
P.- ¿Dónde y cómo se produce exactamente el cambio del gusto cultural?
R.- En el horizonte de expectativas, que está determinado por tres factores: las normas, reglas y formatos que ya tenía el mensaje inicial; la dependencia del nuevo mensaje de otros similares con los que va a convivir en ese entorno; los referentes del contexto; y los condicionantes lingüísticos del mensaje. Por lo tanto, también es importante la distancia de recepción, ese espacio que media entre el horizonte de expectativas preexistente y la aparición de un nuevo mensaje cuya recepción puede suponer un cambio de horizonte al rechazar las experiencias ya familiares o concienciar sobre las que se manifiestan por primera vez. Se crea así la denominada distancia de recepción en la escala de reacciones del público y del juicio de los receptores, que tiene varias formas de materializarse, desde la compresión rápida a la lenta, pasando por el rechazo o la rapidez de extensión del mensaje. Jauss sostiene que, a medida que un cada vez mayor número de receptores recibe el mensaje, es posible comprobar su fuerza. Si el público siente anticuados los textos que hasta entonces solían tener éxito y definitivamente les retira su favor, entonces es que no han podido adaptarse a las nuevas corrientes de opinión e ideológicas y, lógicamente, desaparecen. Pero no todo es conocimiento en la recepción; tengamos también en cuenta que el mensaje ha de expresar la condición anímica de los receptores que van a cambiar el horizonte de expectativas. La perpetua transformación de ese sistema de textos y mensajes que va cambiando es lo que Jauss denomina la dinámica de la variación de valores.
P.- ¿Qué le falta a España para ser un país de verdad culto?
R.- El horizonte de expectativas no es algo homogéneo, no es una idea tan tangible. En realidad hay estratos gentes, grupos, subclases sociales que consiguen cierta emancipación, que se desmarcan del mensaje institucional o el dominante de la política. Estoy convencido de que los cambios se producen cuando hay emancipaciones de grupos concretos, es decir, la emancipación se produce cuando un grupo se separa del gusto del estrato al que pertenece. A la emancipación, podemos contraponer la acomodación, es decir, que en el lado opuesto a los que se emancipan están quienes se acomodan a los mensajes institucionales. Y España es, a día de hoy, un país culturalmente acomodado: no busca, sino que consume lo fácil, lo que hay. Prueba de ello es la quiebra de las pequeñas editoriales, que editan excelencia, o la marginalidad de teatros maravillosos que investigan en laboratorios que en nada tienen que envidiar a Francia o a Nueva York y que siguen siendo minoritarios. Tenemos aún que crecer y aprender.
Breve biografía de David Felipe Arranz
Licenciado en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid y en Filología hispánica y Teoría de la literatura y literatura comparada por la Universidad de Valladolid, y profesor asociado de la Universidad Carlos III de Madrid, donde imparte actualmente las asignaturas de “Teoría de la comunicación mediática” y “Medios, receptores y usuarios”. Es profesor del Máster en Gestión Cultural de la Universidad Carlos III de Madrid, del Magíster en Protocolo y Organización de Eventos del Centro de Estudios de Gestión de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad de Mayores del Ilustre Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de la Comunidad de Madrid.