El experto en Historia del Derecho Español y profesor del departamento de Ciencias Jurídicas de la UAH, Javier Díaz González, habla de este asunto coincidiendo con la conmemoración recientemente del 431 aniversario de la ceremonia de ‘velaciones’ del matrimonio entre Cervantes y su esposa Catalina
Mucho se ha escrito sobre los motivos que incitaron a Miguel de Cervantes a casarse con Catalina de Salazar y Palacios y mucho también se ha dicho sobre si estos vivieron separados –tal y como entendemos el concepto hoy en día- poco después de su boda. El profesor de Historia del Derecho de la Universidad de Alcalá (UAH) defiende que no, que la separación temporal que se produjo entre Cervantes y su esposa fue, como en tantas otras ocasiones en la época, circunstancial. ‘Un espíritu inquieto como el de Cervantes no pudo aguantar por mucho tiempo en un pueblo como Esquivias –donde se casaron y comenzaron a convivir- sobre todo cuando la hacienda era escasa, ya que el padre de Catalina había muerto antes de la boda y había dejado en la mayor de las ruinas a la familia’. Lo que está establecido a nivel documental es que la ceremonia de velaciones se produjo casi 13 meses después que la de desposorio y que las respectivas dotes aportadas al matrimonio (100 ducados por parte de Cervantes) tardaron en hacerse efectivas.
Un dato que aporta el profesor es que la boda de Cervantes y Catalina se produjo según las normas del Concilio de Trento, que acabó en 1564. No obstante, en la Archidiócesis de Toledo ya existía la obligatoriedad de realizar un registro parroquial de bautizos y comuniones desde mucho antes. ‘En la Archidiócesis de Toledo este registro ya era obligatorio previo al Concilio, porque así lo había establecido el Cardenal Cisneros. En torno a 1495 empezaron los registros bautismales y matrimoniales en los libros parroquiales de este territorio, de ahí que tengamos constatación de la fecha del bautismo del escritor de El Quijote, aunque todavía haya quienes discuten que fuera en Alcalá de Henares’, indica el profesor de la UAH.
Sea como fuere, Cervantes se casó con Catalina y recibió una dote ‘pequeña’ consistente en 5 majuelos de olivos y vid, un huerto, muebles y hasta gallinas. Pero eso fue motivo escaso para que el escritor permaneciera al lado de su mujer luchando por la hacienda. Poco después de la boda concede a Catalina un poder para que su mujer pueda administrar sus bienes en su nombre. Tampoco es un hecho excepcional: ‘estaba muy generalizada la concesión de poderes a las mujeres dentro del matrimonio, porque los maridos se marchaban en busca de trabajo y dejaban sus bienes en manos de sus mujeres. Eso no implica que ellos se separaran, ni formalmente ni de facto, aunque esto también era bastante habitual en el siglo XVI, sobre todo entre los hombres, y no estaba excesivamente mal visto’, agrega el profesor de la UAH.
Díaz defiende que en este caso no hubo separación sentimental ‘porque Catalina en 1604 vive con Cervantes en Valladolid, tal y como demuestra la detención que sufrió toda la familia a raíz de la muerte de Gaspar de Ezpeleta en la puerta de su casa, y también viaja con Cervantes y su familia a Madrid, donde residen hasta la muerte del autor’.
Catalina de Salazar murió en el año 1626 y fue enterrada en el mismo convento que su marido. Diez años antes había estipulado en su testamento su deseo de ser enterrada en Esquivias, junto a su padre. En ese testamento se refiere a Miguel de Cervantes, a quien le deja sus muebles: ‘Esto sin que se le pida cuenta al dicho mi marido por el mucho amor y buena compañía que ambos hemos tenido’, dice. Pero antes de morir cambia el testamento y pide expresamente ser enterrada en el mismo lugar que su ya fallecido esposo, en el convento de Trinitarias en Madrid.