Situada en una espaciosa llanura, que limita al norte con las estribaciones de Sierra Morena, y al sur con el río Guadalquivir, la ciudad de Córdoba en España vive desde su origen una peculiar historia llena de momentos brillantes. En 1984 la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad a la Mezquita de Córdoba. Más tarde, en 1994, la Organización expandió esta denominación a gran parte del casco antiguo.
[flagallery gid=12 name=Gallery]
Orígenes
Los primeros indicios de actividad humana en Córdoba, son restos de toscos instrumentos de piedra, empleados para cazar y pescar, y que sitúan la presencia humana en el Paleolítico Inferior. Del inicio del período Neolítico se han hallado fragmentos de cerámica correspondientes al IV milenio a.C. Del mismo período se conoce la existencia de construcciones megalíticas, manifestaciones de carácter espiritual y artístico, que demuestran el mayor grado de complejidad de la sociedad.
Romanos, musulmanes, judíos y cristianos han dejado un profundo vestigio en el patrimonio, la cultura y tradiciones de esta histórica ciudad.
Córdoba, la Ciudad de las Tres Culturas a pesar de las dificultades entre los integrantes de las mismas, la ciudad y su población supieron cómo sobrevivir a los problemas y crear una situación favorable para el desarrollo de las artes y ciencias. Córdoba fue hogar de los más grandes creadores y pensadores entre los que podemos citar: Dinastia Omeyas (políticos). Averroes y Maimonedes (filósofos). Luis de Góngora y Argote (poeta). Juan Valera (político y escritor). Mateo Inurria (escultor). Julio Romero de Torres (pintor).
El entendimiento entre las tres culturas convirtió a Córdoba y provincia en ejes indiscutibles del conocimiento.
La Córdoba romana
Es a mediados del siglo II a.C. con la fundación de la ciudad romana, atribuida al cónsul Claudio Marcelo, cuando la ciudad entra en la historia. Gracias a su importancia geográfica, estratégica y comercial. Córdoba alcanzo pronto un lugar importante en la Hispania romana, convirtiéndose en capital de la provincia de la Bética hacia el 27 a.C. Posteriormente adquirió el rango de Colonia Patricia hacia el 13 a.C.
Pronto se convirtió en un centro administrativo importante, y jugó un sustancial papel durante la guerra civil que enfrentó a Pompeyo y a César en la batalla de las llanuras de Munda en el siglo I a.C. apoyando al primero. Aunque tras la victoria de César fue parcialmente destruida, rápido recuperó su preponderancia, y vivió una época de plenitud económica, política y cultural que se extendió hasta el siglo III. Sin embargo de la ciudad romana no conservamos hoy día sino algunos vestigios de su entidad urbana y su riqueza monumental.
La designación del Imperio romano supuso la constitución del reino visigodo, que dio lugar a una época de degradación para la antigua Colonia Patricia. La situación en la que encontraron Córdoba los musulmanes cuando conquistaron la ciudad en el año 711 era cuanto menos desoladora.
Córdoba capital de Al-Ándalus
En el siglo VIII un contingente de tropas árabes desembarca en las costas mediterráneas, y con suma facilidad se hacen con el poder del debilitado reino visigodo. El lugarteniente de Tariq, Mugit, toma Córdoba, coexistiendo desde ese momento los pueblos cristianos y musulmanes.
La llegada del omeya Abd al-Rahman I, el Huido, el Desheredado, unió a los bandos decepcionados con la política imperante y a los seguidores del futuro emir. En el año 756 se produce la toma de Córdoba y la proclamación de la misma como capital del emirato independiente de Al-Ándalus. Abd al-Rahman I realizó la primera gran ampliación de la Mezquita Aljama de Córdoba y reconstruyó las murallas y el Alcázar. Fue Hisham I, quien terminó las obras que comenzara su padre en la gran mezquita y levantó el primitivo. Con la llegada al poder de Abd al-Rahman II se produce la segunda gran ampliación del templo y la ciudad vive unos momentos de gran auge constructivo.
Con todo la ciudad renace cuando el gobernador al-Hurr la elige capital de al-Ándalus, una pequeña provincia del inmenso Imperio musulmán que se extiende desde la Península Ibérica hasta Asia Central.
El impresionante desarrollo urbano que vivió Córdoba desde ese momento alcanzó su cénit en el siglo X con Abd al-Rahman III. En el año 929 es proclamada capital del califato independiente de Damasco, siendo sede religiosa, política y administrativa de todo el reino islámico occidental. Bajo el mandato del primer califa se levanta Medina Azahara.
Después al-Hakan II, hijo de Abd al-Rahman III dará paso a la época de mayor esplendor cultural de la localidad cordobesa. Realiza la tercera gran ampliación de la Aljama, transportando toda la riqueza de Medina Azahara hasta la mezquita. Su sucesor, Hixam II, dedicado a reinar pero no a gobernar, dejó el poder a cargo del visir Almanzor, responsable de la tercera y última ampliación de la mezquita.
Tras la débil administración de Almanzor e Hixam, la unificación del reino no duró mucho. En el año 1013 se derrumba el califato, declarándose taifa hasta su definitiva caída.
Córdoba se convirtió entonces en la ciudad más importante del Occidente por su extensión, número de habitantes y por sus infraestructuras y servicios, lo cual confirió a sus ciudadanos un carácter de tolerancia que permitió en la ciudad la convivencia entre tres culturas y religiones distintas, y obtuvo como fruto un desarrollo de las actividades culturales y científicas sin precedentes.
El núcleo de la Córdoba califal era la Medina, vertebrada alrededor de La Mezquita Aljama y el Alcázar Califal, y rodeada por una solida muralla que abarcaba el perímetro exacto de la antigua ciudad romana. A pocos kilómetros del centro urbano, estaba Medina Azahara, la más rotunda expresión de poder y esplendor califal.
Pero de nuevo la guerra, tras la muerte de Almanzor en el año 1002, convirtió la ciudad en un paisaje de desolación y ruinas. Hacia 1013 apenas quedaba la Medina y la Ajarquia que recordaban el pasado esplendor de la ciudad. Esta degradación tiene su contrapunto curiosamente en un inusitado renacer cultural de la ciudad, especialmente durante el siglo XII.
Córdoba tras la conquista
En el año 1236 Fernando III conquistó Córdoba al frente de las tropas cristianas convirtiéndose desde ese momento en la residencia habitual de los reyes de Castilla. Del esplendido pasado califal apenas se mantenía en pie la Mezquita. A comienzos del siglo XV Córdoba es una ciudad totalmente amurallada, cerrado, con una mínima expansión extramuros, y que mantiene el trazado urbano hispanomusulmán. Esta es la imagen casi invariable que mantendrá la ciudad durante quinientos años, hasta los albores del pasado siglo XX. La Córdoba bajo medieval fue una ciudad inmersa en las luchas civiles por los derechos sucesorios de la corona de Castilla, lo que irá originando una oligarquía urbana acaparadora del poder político y económico.
El florecimiento y despegue económico y demográfico que pareció vivir la ciudad a mediados del siglo XVI, se desvaneció pronto, y dio lugar a un prolongado periodo de estancamiento que sumió la ciudad en un letargo de casi tres siglos. Una sociedad cada vez más ruralizada, quedará fuertemente marcada por el inmovilismo y la mentalidad aristocrática de sus clases dominantes, así como por el creciente poder de la Iglesia Católica.
A finales del siglo XVIII, mientras Europa vive con júbilo el ambiente de la ilustración, Córdoba es sólo una ciudad apegada a sus creencias y tradiciones. Durante dos siglos apenas se ha modificado la fisonomía de la ciudad, ni se ha acrecentado su patrimonio monumental.
Córdoba contemporánea
Como la mayoría de las ciudades españolas, Córdoba vivió durante el siglo XIX los vaivenes y zozobras de la época. El periodo de ocupación francesa supuso un alivio para la desgastada ciudad, ya que se acometieron diversas intervenciones que mejoraron la infraestructura de la ciudad.
El despegue definitivo se produjo en la segunda mitad del siglo XIX, cuando a raíz de los procesos de desamortización, y gracias a la inauguración del ferrocarril en 1859, se vivió una incipiente recuperación económica y un moderado crecimiento demográfico.
Se iniciaron entonces las definitivas transformaciones que daban lugar a la imagen de ciudad del siglo XX. Este desarrollo urbanístico que cambió sustancialmente la apariencia de la ciudad, sentará así mismo, las bases de la Córdoba contemporánea. En este proceso, el Casco Histórico que es uno de los más grandes de Europa perderá su centralidad, ante la aparición en la periferia de los nuevos barrios de Córdoba.
Monumentos
La UNESCO define el Patrimonio como el legado que recibimos del pasado, lo vivimos en el presente y lo transmitimos al futuro.
Córdoba cuenta con un rico y monumental legado patrimonial y cultural, pero vamos a destacar hoy la Mezquita de Córdoba, convertida en el siglo XIII en la actual Catedral de Santa María. Junto con la Alhambra, es uno de los monumentos más importantes de la arquitectura andalusí. Fue construida sobre la basílica visigoda de San Vicente, ampliándose en varias ocasiones durante el Califato de Córdoba, convirtiéndose en catedral en 1236 tras la conquista cristiana. Fue la segunda Mezquita más grande del mundo en superficie, por detrás de la Mezquita de la Meca, siendo superada después por la Mezquita Azul (Estambul-Turquía en 1588) y la Mezquita Hassan II (Casablanca-Marruecos 1993)
La Mezquita de Córdoba presenta dos singularidades con respecto a otras. La primera, y más llamativa, es su orientación hacia las mezquitas de Damasco en lugar de en dirección sureste hacia la Meca. La segunda particularidad es la ubicación descentralizada del Mihrab, que se debe a la limitación que encontró Almanzor para su ampliación, dado que en el sur limitaba con el río Guadalquivir y en el oeste con el palacio del Califa.
El edificio alberga el cabildo catedralicio de la Diócesis de Córdoba y es propiedad de ésta, además está prohibido cualquier culto colectivo o rezo organizado no católico.