El Museo de Santa Cruz de Toledo ha sido el escenario de la ceremonia de entrega de los VII Premios de las Artes de la Construcción Richard H. Driehaus
Los galardones están dotados con 50.000 euros y nacieron con una vocación clara, recuperar y dar valor a disciplinas al borde de la extinción debido al abandono de los antiguos oficios sin los que nuestra arquitectura histórica no podría existir. Además, estas formas de edificar tienen gran importancia para la arquitectura actual y la conservación del medio ambiente, ya que trabajan fundamentalmente con materiales naturales, reutilizables, duraderos y poco contaminantes.
A continuación, se ha inaugurado la exposición Patrimonio Vivo: La construcción tradicional en siglo XXI. La muestra recoge los trabajos de los maestros artesanos premiados y de los ganadores de la beca Donald Gray así como la labor de algunos de los más destacados maestros en los diversos oficios de la construcción (carpintería, albañilería, azulejería, forja…) propios tanto de la ciudad de Toledo como del resto de regiones castellano-manchegas, aquellos que con su trabajo contribuyen hoy a dar continuidad a nuestro patrimonio arquitectónico. Además, los visitantes podrán disfrutar de talleres y charlas de los propios artistas.
Premiados
El primero en recibir la distinción de manos del Director General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura fue el maestro carpintero de Campo de Criptana (Ciudad Real), Vicente Casero, galardonado por su trabajo en la fabricación y restauración de los molinos de viento tan característicos del paisaje manchego. Casero ha tenido el privilegio de trabajar en los nueve molinos de viento de La Mancha que aún conservan su maquinaria original. Ha desentrañado la técnica de estas estructuras, lo que le ha permitido no solo restaurarlas, sino aplicar estos conocimientos a la construcción de nuevos molinos, con las mismas características y completamente operativos.
El sevillano Isidoro Gordillo recogió su galardón por su trabajo en la fabricación de la cal de Morón de la Frontera. Gordillo ha mantenido la tradición de sus antepasados y sigue produciendo la cal de manera sostenible y respetuosa con el medio ambiente. Este material se ha utilizado durante siglos en edificios y sus muchas cualidades han hecho de la cal de Morón una de las más demandadas y de su producción un patrimonio vivo reconocido por la UNESCO.
Javier Goicoa, natural de Navarra, agradeció el premio y recordó la importancia de mantener las técnicas de construcción tradicionales vivas. Goicoa ha sido elegido por su trabajo en la selva de Irati, concretamente en la reconstrucción de las cubiertas de la Ermita de la Virgen de las Nieves. Junto a su compañero Jesús María Larrañeta, está haciendo una importante labor por evitar que los conocimientos asociados a este oficio de tablillero se extingan.
En la categoría del metal, el premiado, Abel Portilla, recogió su galardón haciendo hincapié en la necesidad de conservar este tipo de oficios. Portilla es un maestro fundidor de campanas de Gajano, Cantabria, que lleva más de 5000 campanas y carrillones fundidos de forma artesanal para campanarios de numerosos países. Este cántabro además, se ha embarcado en el proyecto de crear una escuela de fundidores de campanas en Vierna.
La mesa presidencial estuvo formada por la Viceconsejera de Cultura y Deportes de Castilla La Mancha, Ana Muñoz, el Director General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura, Isaac Sastre, el Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Toledo, Teo García y el Secretario General del CSCAE, Laureano Matas.
La exposición permanecerá abierta al público en el Museo de Santa Cruz desde el 2 de junio hasta el 24 de septiembre.
Revitalización del saber tradicional de la cal artesanal en Morón de la Frontera declarado patrimonio inmaterial por la UNESCO
La práctica de la fabricación tradicional de la cal ha sido durante mucho tiempo una fuente de empleos para Morón de la Frontera (Sevilla), y también un signo distintivo de su identidad. La presencia de producción de cal y el oficio de calero en esta localidad datan en documentos oficiales desde el s. XV. En el siglo XX, con la fabricación industrial de la cal, el cemento Portland y las pinturas plásticas, la producción artesanal declinó, los hornos caleros se dejaron de utilizar y la transmisión de conocimientos cesó por un tiempo. Para no perder esta tradición y, con el objetivo de mantenerla viva, se fundó la Asociación Cultural Hornos de Cal de Morón.
Para lograr su objetivo desde esta asociación se creó un museo, que busca dar a conocer in situ el procedimiento de fabricación artesanal y la forma de vida tradicional, conservar y proteger la artesanía, investigar sobre aspectos del oficio y difundir a través de acciones formativas. Todo ello, teniendo en cuenta los conocimientos de los artesanos e integrándolos en el proyecto.
Este proyecto busca concienciar a la población de la importancia que reviste la práctica de la fabricación artesanal de la cal, así como mejorar las condiciones de vida de los artesanos caleros. Nos enseña también, la arquitectura tradicional (hornos de cal, canteras, acequias, viviendas, ermitas…), y los paisajes y actividades económicas que explican un territorio en el presente desde su pasado. Una de las iniciativas que se han llevado a cabo ha sido la restauración de los hornos morunos. Las actividades de divulgación y sensibilización son realizadas en cooperación con los artesanos caleros y se centran en la recuperación de técnicas de fabricación expertas para su uso en construcción sostenible. También se ha impulsado la edición de publicaciones audiovisuales y la realización de demostraciones en diferentes ferias
La Asociación ha participado en un proyecto nacional de sensibilización sobre la pintura al fresco, así como en el proyecto internacional “Transferencia a Marruecos (África del Norte) del modelo de Centros de Promoción de la Artesanía”. El proyecto ha involucrado a las partes interesadas y los vecinos de Morón de la Frontera en el proceso de adopción de decisiones.
Lo especial del proyecto y lo particular del museo, es mostrar un patrimonio vivo, material e inmaterial, donde sus elementos claves giran en torno al artesano y su cultura del trabajo. Una perspectiva interna y subjetiva a través de la propia valoración que el calero hace de su existencia.
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