Aprovechando el Día del Libro y, para evadirnos del COVID-19, queremos aconsejar la lectura de Indios, vaqueros y princesas galácticas, de David Felipe Arranz, que sigue con su temática cinematográfica
En su último libro, Indios, vaqueros y princesas galácticas (Pigmalión), el filólogo y periodista vallisoletano David Felipe Arranz, profesor de periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid, reúne una colección de artículos sobre cine publicados en distintos medios y revistas y en los que reivindica la figura del rebelde “con causa”.
En el prólogo, el escritor y crítico literario Fernando R. Lafuente destaca que Arranz “sabe implicar al lector en sus aventuras cinéfilas, sin un ápice de ridícula pedantería, todo lo contrario, siempre atento a no perder esa conversación establecida, de mutua complicidad, con su lector”.
El volumen contiene trabajos sobre personalidades del cine tan aparentemente dispares como John Ford, Edgar G. Ulmer, Edward Dmytryk, Valerio Zurlini, Stanley Kramer, Michelangelo Antonioni, Jerry Lewis, Lewis Milestone, John Cromwell, Hedy Lamarr, Danny Kaye, John Huston, Robert Redford, Clint Eastwood, Maximilian Schell, Basilio Martín Patino o Sienna Miller, pero que comparten un denominador común: su actitud rebelde ante la vida. Junto al análisis cinematográfico, Arranz sitúa las lecturas e inspiraciones de todos ellos, como la obra de Guy de Maupassant, Philip Stong, Gabriel Pascal, Oscar Wilde, William Faulkner, Stephen Crane, Louis Verneuil o Georges Berr.
Pregunta. ¿El cine es mucho más que cine?
Respuesta. Estoy convencido de que inspira a nivel ético y que forma parte de un todo cultural, en el que entran la música, la literatura, las artes plásticas, la antropología, la filosofía… Los muy cinéfilos somos muy bibliófilos y melómanos también, de manera que en mi opinión el séptimo arte reúne todas las demás artes. Uno puede elegir las películas como pasatiempo –que también– o convertirlas en estímulo de pensamiento. Como escribió Truman Capote, el cinematógrafo llena de Plegarias atendidas nuestras preces en un mundo cada vez más despiadado.
P. Por su libro desfilan mujeres “de cine”, Carrie Fisher y de Hedy Lamarr, por ejemplo…
R. Sí, creo que ellas y muchas otras han configurado un arquetipo femenino que contestaba a la dócil princesa de los cuentos de hadas. Muchos niños han visto estas películas de “adultos”, pero… ¿dónde está la frontera? Umberto Eco en Confesiones de un joven novelista asegura que algunos de nosotros “pensamos que Hamlet es más real que el portero de nuestra casa”. Es decir, que estas personalidades poderosas nos influyen más que las reales:
“Podemos identificarnos con personajes de ficción y con sus hazañas porque, según un acuerdo narrativo, empezamos a vivir en el mundo posible de sus historias como si fuera nuestro propio mundo”, continúa Eco. El hecho de que Ana Karenina haya muerto, Dalila (Hedy Lamarr) le cortara los cabellos a Sansón o la princesa Leia (Carrie Fisher) escapase de Jabba el Hutt asfixiándolo con sus cadenas, es “cierto” en todos los mundos posibles, que diría Leibniz. Ellas representan una estirpe de mujer que, sin perder su feminidad, son modelo de entereza, superación y cambio social.
P. ¿Por qué esta fascinación por Oscar Wilde?
R. Los cuentos de Oscar Wilde fueron mi primera puerta de acceso al universo del poeta y escritor: recuerdo un volumen que me regaló mi bendita madre cuando cumplí ocho años, con historias alucinantes como “El ruiseñor y la rosa” y “El príncipe feliz”, que me hicieron comprender conceptos como el sacrificio, el arrepentimiento, la compasión o la justicia social. La educación “flaubertiana” sentimental es fundamental en los primeros años y no sé hasta qué punto esta tradición se está salvaguardando. La obra de Wilde ha sido muy fecunda en el cine, pero podríamos destacar una obra maestra por encima de todas las demás: El retrato de Dorian Gray (1945), de Albert Lewin, una de las mejores películas de la historia del cine con un George Sanders como lord Henry Wotton en estado de gracia. El descenso a los infiernos del otrora inmaculado protagonista, representados en el Londres marginal y suburbial, me parece uno de los hallazgos más brillantes de la historia del cine.
P. Háblenos de Ronald Colman, otro rebelde…
R. Efectivamente. Pensemos en sus personajes: son antisistemas elegantes, aventureros, soñadores, creyentes en lo imposible. En el libro analizo su personaje en Otra vez mía (1937), a partir de la obra de Louis Verneuil y Goerge Berr, Le Train por Venise, sobre un hombre que, después de bajar la guardia y loco de amor, trata de recuperar a su esposa, que huye de la monotonía. Colman protagonizó una obra maestra en este sentido, Niebla en el pasado (1942), de Mervyn LeRoy, película que uno no puede ver sin estremecerse de empatía, basada en una novela de James Hilton, y en este caso es Greer Garson la que trata de recuperar a su marido, que ha perdido la memoria en la Primera Guerra Mundial. Hay un díptico reciente, La desaparición de Eleanor Rigby (2013), que indaga en esa lucha por el perdón y la recuperación del otro. Ese tipo de historias son las que nos hacen mejores: son pura resiliencia.
R. Un filme poco conocido dirigido por Clint Eastwood, Primavera en otoño, también le llama la atención en el libro. ¿Por qué?
R. Es una historia sensacional y atrevida, con ecos nabocovianos: es el tercer largometraje de Clint Eastwood y rompió demasiados esquemas en 1973, por cuanto los protagonistas son un maduro divorciado (William Holden) y una adolescente (Kay Lenz) que se busca a sí misma, en un Los Ángeles dominado por las formas y la hipocresía, muy en la línea de la Nueva York de Network (1976), de Sidney Lumet. Eastwood firma un trabajo sensible, melancólico, trágico y pasional, que le brota de las entrañas, y la pareja protagonista lo da todo rompiendo no solo las convenciones sociales de la trama, sino los esquemas mentales de los espectadores. Jo Heims escribió esta historia de dos seres excepcionales generaciones distintas y distantes “condenadas” a entenderse, a enamorarse… Me parece precioso. Solo las almas verdaderamente libres llegan a compenetrarse así, tras sortear las trampas del mundo.
P. ¿Qué aporta Sienna Miller al mundo de la rebeldía?
R. Bastante. Miller es una actriz que ha rechazado proyectos porque está interesada en otros ámbitos, como el de la moda o las ONG. Es embajadora de Starlight Children’s Foundation y embajadora global de International Medical Corps, con la que viajó a la República Democrática del Congo en abril de 2009, donde escribió un interesantísimo diario. Ha colaborado también con Global Cool y se considera ecologista. Su compromiso va mucho más allá de los proyectos cinematográficos en los que participa y es una apasionada del periodismo de moda, pero siempre desde una mirada ética. En el libro abordo su papel en Interview (2007), de Steve Buscemi, un auténtico tour de force entre sus protagonistas en torno al mundo del periodismo en el que ella realizó aportaciones personales sobre su experiencia.
P. Por último, elija un cineasta rebelde español y un cineasta rebelde extranjero
R. El salmantino Basilio Martín Patino y el austriaco Maximilian Schell. Sus cinematografías, que constituyen una indagación innovadora sobre la memoria, tienen muchos puntos en común, pues recurren a la técnica del collage y de la entrevista de manera magistral. Sus cinematografías y adaptaciones literarias merecen una urgente revisión. Para mí eso es ser un artista verdaderamente europeo.