Las balas, la burocracia y la falta de financiación obstaculizan la ayuda a los afectados por el hambre, advierten la FAO y el WFP ante el aumento de la inseguridad alimentaria aguda, que alcanza un nuevo máximo
Es probable que los conflictos, la COVID-19 y la crisis climática provoquen un aumento de los niveles de inseguridad alimentaria en 23 lugares críticos con respecto al hambre, según un nuevo informe.
Los esfuerzos para combatir el aumento repentino de la inseguridad alimentaria aguda en el mundo se ven obstaculizados por combates y bloqueos que impiden la llegada de ayuda esencial para salvar la vida de las familias que están al borde de la hambruna, advierten la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (WFP) en un nuevo informe publicado.
Los obstáculos burocráticos, así como la falta de financiación, también dificultan las iniciativas de los dos organismos de las Naciones Unidas para proporcionar asistencia alimentaria de urgencia y permitir que los agricultores siembren a escala y en el momento adecuado.
Esto es motivo de profunda preocupación, ya que se prevé que los conflictos, las repercusiones económicas de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) y la crisis climática eleven los niveles de inseguridad alimentaria aguda en 23 lugares críticos con respecto al hambre durante los próximos cuatro meses, según se señala en el informe, debido al aumento constante de la escala y la gravedad de la inseguridad alimentaria aguda.
Los 23 lugares críticos son Afganistán, América Central (Guatemala, Honduras y Nicaragua), Angola, Chad, Colombia, Etiopía, Haití, Kenia, Líbano, Madagascar, Mozambique, Myanmar, Nigeria, República Centroafricana, República de Corea, República Democrática del Congo, Sierra Leona junto con Liberia, la zona central del Sahel (Burkina Faso, Malí y Níger), Siria, Somalia, Sudán, Sudán del Sur y Yemen.
La FAO y el WFP ya han advertido de que 41 millones de personas corrían el riesgo de padecer hambruna a menos que recibieran de inmediato asistencia alimentaria y relacionada con los medios de vida. En 2020 unos 155 millones de personas en 55 países padecieron una crisis con una inseguridad alimentaria aguda o situaciones peores (Fase 3 o superior de la Clasificación integrada de la seguridad alimentaria y la fase humanitaria y el Cadre Harmonisé) según el Informe mundial sobre las crisis alimentarias, un aumento de más de 20 millones desde 2019, y se espera que este año la tendencia no haga más que empeorar.
«La inmensa mayoría de quienes están al borde del hambre son agricultores. Además de prestar asistencia alimentaria, debemos hacer todo lo posible para ayudarlos a reanudar la producción de alimentos por sí mismos, a fin de que las familias y las comunidades puedan volver a ser autosuficientes y no solo dependan de la ayuda para sobrevivir», señaló el Director General de la FAO, QU Dongyu.
«Eso resulta difícil sin acceso y sin una financiación adecuada, y hasta la fecha, por desgracia, el apoyo a la agricultura como medio principal para prevenir la hambruna generalizada ha sido en gran parte ignorado por los donantes. Sin este apoyo a la agricultura, las necesidades humanitarias seguirán aumentando de forma galopante; es inevitable», añadió.
«Las familias que dependen de la asistencia humanitaria para sobrevivir penden de un hilo. Cuando no podemos llegar a ellas, ese hilo se corta y las consecuencias son realmente catastróficas», alertó el Director Ejecutivo del WFP, David Beasley.
No llega ayuda a las comunidades aisladas
En el informe se pone de relieve que los conflictos, los fenómenos climáticos extremos y las conmociones económicas (a menudo relacionadas con las consecuencias económicas de la COVID-19) probablemente seguirán siendo los principales factores determinantes de la inseguridad alimentaria aguda en el período comprendido entre agosto y noviembre de 2021. Las amenazas transfronterizas son un factor agravante en algunas regiones. En particular, las infestaciones de langosta del desierto en el Cuerno de África y de langosta migratoria africana en África austral exigen un continuo seguimiento y vigilancia.
Las limitaciones en el acceso humanitario constituyen otro factor agravante que dificulta los esfuerzos dirigidos a frenar las crisis alimentarias y prevenir la inanición, la muerte y el colapso total de los medios de subsistencia, lo que aumenta el riesgo de hambruna. Entre los países que actualmente se enfrentan a los obstáculos más importantes que impiden la llegada de ayuda a quienes más la necesitan figuran Afganistán, Etiopía, Malí, Mozambique, Myanmar, Níger, Nigeria, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Siria, Somalia, Sudán, Sudán del Sur y Yemen.
«El proceso hacia el logro del Hambre Cero no se lleva a cabo con conflictos, puntos de control y burocracia. El acceso humanitario no es un concepto abstracto; significa que las autoridades aprueban los trámites a tiempo de modo que los alimentos puedan trasladarse con rapidez, significa que los puntos de control permiten el paso de los camiones y su llegada a destino y significa que el personal de respuesta humanitaria no es objeto de ataques, por lo que puede realizar su trabajo, que salvaguarda vidas y medios de subsistencia», indicó Beasley.
Aumentan la escala y la gravedad de la inseguridad alimentaria aguda
Etiopía y Madagascar son los nuevos lugares críticos con respecto al hambre «de alerta máxima» en el mundo, según el informe.
Etiopía se enfrenta a una emergencia alimentaria devastadora asociada al conflicto que tiene lugar en la región de Tigray, donde llegar a las personas que necesitan ayuda con desesperación sigue siendo un enorme desafío, y se prevé que en septiembre 401.000 personas enfrentarán condiciones catastróficas, el número más elevado en un solo país desde la hambruna que azotó Somalia en 2011. El Comité de Evaluación de la Hambruna estima que el riesgo de hambruna será mediano o alto en tres de cada cuatro hipótesis basadas en los niveles de intensidad de conflictos, las líneas de suministro, el acceso y las operaciones del sector humanitario, así como las líneas de suministro y los servicios del sector privado, incluida la hipótesis más pesimista en la que esto podría ocurrir a corto plazo (entre julio y septiembre).
Por otra parte, en el sur de Madagascar se prevé que la peor sequía en 40 años (combinada con la subida de los precios de los alimentos, las tormentas de arena y las plagas que afectan a los cultivos básicos) empujará a 28.000 personas a condiciones similares a la hambruna antes de que acabe el año.
Las nuevas alertas máximas que se activaron en Etiopía y Madagascar se suman a la situación de Sudán del Sur, Yemen y el norte de Nigeria, que siguen siendo los lugares críticos de inseguridad alimentaria aguda motivo de mayor preocupación en el mundo. En algunas zonas de estos países, las poblaciones ya padecen niveles catastróficos de inseguridad alimentaria y son muchas las personas que corren el riesgo de sufrir este problema.
En el informe también se incluyen otros países entre los lugares más críticos, donde el hambre, que representa una amenaza para la vida, va en aumento (Afganistán, Burkina Faso, República Centroafricana y República Democrática del Congo), así como los países con mayor número de personas que necesitan urgentemente asistencia alimentaria en el mundo (Haití, Honduras, Siria y Sudán).
Por ejemplo, en Afganistán, la inseguridad alimentaria aguda es cada vez peor debido a la actual sequía, al aumento de los desplazamientos motivados por conflictos y a los altos precios de los alimentos y el desempleo generalizado derivados de la COVID-19.
Por otro lado, se prevé que en Haití empeorará la situación de inseguridad alimentaria, ya de por sí precaria, dado que es probable que el país tenga una producción de alimentos básicos menor como consecuencia de la falta de lluvias suficientes y regulares y que además sufre el empeoramiento de la inestabilidad política y la inflación de los precios de los alimentos y también por los efectos de las restricciones derivadas de la COVID-19.
Se necesitan medidas humanitarias urgentes para prevenir el hambre, la hambruna y la muerte en los 23 lugares críticos, según se advierte en el informe, que ofrece recomendaciones específicas por país que abarcan tanto intervenciones en situaciones de emergencia a corto plazo como acciones preventivas para proteger los medios de vida rurales e incrementar la producción agrícola, a fin de evitar que se agrave la inseguridad alimentaria y de ayudar a las comunidades expuestas al riesgo a soportar mejor perturbaciones futuras.