La exposición de Amalia Avia se realiza con motivo de la representación de las zarzuelas “Los amores de la Inés” y “La verbena de la Paloma” en el Teatro de la Zarzuela
La presentación de la exposición la realizaron el director general del INAEM, Miguel Ángel Recio; el director de la Real Academia de Balleas Artes de San Fernando, Antonio Bonet Correa; el director del Teatro de la Zarzuela, Paolo Pinamonti y el hijo de Amalia Avia, Rodrigo Muñoz Avia.
El Teatro de la Zarzuela ha escogido para el inicio de su temporada lírica “Los amores de la Inés”, una obra de juventud de Manuel de Falla, y la popular “La verbena de la Paloma”, de Tomás Bretón. La escenografía, por decisión del director de escena José Carlos Plaza, se inspirará en la pintura de Amalia Avia.
Los temas urbanos de esta pintora realista, sus fachadas deterioradas por el paso del tiempo, sus comercios y tabernas, vestirán el Madrid de finales del siglo XIX en el que se ambientan las zarzuelas. Frente al aire burlesco y jovial de ambas piezas teatrales, los temas de Amalia Avia introducen un contrapunto muy sugerente, quizá grave y dramático, un baño de realidad.
Coincidiendo con las representaciones, el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando presenta una selección de siete obras de la pintora, temas típicamente madrileños escogidos entre lo mejor de su producción, así como algunas imágenes de la escenografía creada por José Carlos Plaza.
Amalia Avia (1930, Santa Cruz de la Zarza, Toledo – 2011, Madrid) fue una de las grandes cronistas del Madrid de los años 70, 80 y 90. Perteneció al fecundo grupo del “realismo madrileño”, en el que se incluyen artistas referenciales como Antonio López, Julio López Hernández, María Moreno, Isabel Quintanilla o Francisco López Hernández, a todos los cuales conoció precisamente en el entorno de la Academia de Bellas Artes, lugar en el que, sin embargo, ella no cursó estudios.
Sin mucha presencia del color, Amalia Avia elaboró la crónica en gris de una ciudad que adoraba y que se estaba perdiendo, rincones que aún permanecían allí pero en los que sólo ella parecía fijarse. De su pintura, inicialmente más social, fueron progresivamente desapareciendo las figuras humanas. Camilo José Cela la denominó “pintora de las ausencias”, la amarga cronista del “por aquí pasó la vida”, y Francisco Nieva habló de una melancolía barojiana refiriéndose a su pintura.