Merece la pena incluir Gdańsk en programas de viaje por Polonia por su belleza, su patrimonio y por su hospitalidad
Esta candidatura ha sido propuesta por Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, institución de la Unión Europea (Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2017), y Adam Zagajewski (Premio Princesa de Asturias de las Letras 2017). Ha sido apoyada, entre otros, por los Premio Príncipe y Princesa de Asturias Krzysztof Penderecki (Artes 2001), Juan Ignacio Cirac (Investigación Científica y Técnica 2006) y Krzysztof Wielicki (Deportes 2018); el Comité Europeo de la Regiones; los alcaldes de las principales ciudades polacas y los de Barcelona, Breda, Vilna, Leipzig, Odesa, Milán, Praga, Burdeos y Berlín (Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2009), entre otras.
El jurado de este Premio –convocado por la Fundación Princesa de Asturias– estuvo presidido por Javier Fernández Fernández, presidente del Principado de Asturias, e integrado por Íñigo Abarca Junco, Fernando de Almansa Moreno-Barreda, vizconde del Castillo de Almansa, Antonio Basagoiti García-Tuñón, Antonio Brufau Niubó, José Antonio Caicoya Cores, Sol Daurella Comadrán, Isidro Fainé Casas, Ana Isabel Fernández Álvarez, Vicente Fernández Guerrero, José Antonio Fernández Rivero, Luis Fernández-Vega Sanz, Ignacio Garralda Ruiz de Velasco, Jaime Gorbeña Yllera, Alicia Koplowitz Romero de Juséu, marquesa de Bellavista, Wenceslao López Martínez, Laureano Lourido Artime, César José Menéndez Claverol, Adolfo Menéndez Menéndez, José Oliu i Creus, María del Pino Calvo-Sotelo, Mariano Puig Planas, Gregorio Rabanal Martínez, Helena Revoredo de Gut, Gonzalo Sánchez Martínez, Pedro Sanjurjo González, Antonio Suárez Gutiérrez, Gonzalo Urquijo y Fernández de Araoz, Darío Vicario Ramírez, Manuel Villa-Cellino Torre, Juan-Miguel Villar Mir, marqués de Villar Mir, Ignacio Ybarra Aznar y Pedro de Silva Cienfuegos-Jovellanos (secretario).
Los Premios Princesa de Asturias están destinados, según señala su Reglamento, a galardonar “la labor científica, técnica, cultural, social y humanitaria realizada por personas, instituciones, grupo de personas o de instituciones en el ámbito internacional”. Conforme a estos principios, el Premio Princesa de Asturias de la Concordia se concederá a “la labor de defensa y generalización de los derechos humanos, del fomento y protección de la paz, de la libertad, de la solidaridad, del patrimonio mundial y, en general, del progreso de la humanidad”.
En esta edición concurrían un total de un total de 34 candidaturas procedentes de 21 países. Este ha sido el último de los ocho Premios Princesa de Asturias que se conceden este año, en que cumplen su trigésimo novena edición. Anteriormente fueron otorgados el Premio Princesa de Asturias de las Artes al dramaturgo Peter Brook, el de Comunicación y Humanidades al Museo Nacional del Prado, el de Cooperación Internacional al matemático e ingeniero Salman Khan y la Khan Academy, el de los Deportes a la esquiadora Lindsey Vonn, el de las Letras a la escritora Siri Hustvedt, el de Ciencias Sociales al sociólogo Alejandro Portes y el de Investigación Científica y Técnica a las biólogas especialistas en plantas Joanne Chory y Sandra Myrna Díaz.
Sobre Gdansk
Una ciudad milenaria, con su historia antigua reflejada en los monumentos del casco antiguo, y hechos históricos presentes en nuevos y modernos espacios y museos para que los visitantes aprendan de la historia común para nuestro continente.
La ciudad polaca de Gdansk, capital de Pomerania y principal puerto del país, es actualmente la cabecera de un área metropolitana que, junto con las localidades de Gdynia y Sopot, supera el millón de habitantes. Con una historia marcada por su ubicación estratégica en la costa báltica y su pertenencia a distintas entidades y estados, Gdansk –entonces Dánzig, su denominación alemana– se convirtió en una Ciudad Libre bajo el auspicio de la Liga de Naciones por el Tratado de Versalles que siguió a la Primera Guerra Mundial. Con un amplio porcentaje de población alemana, Gdansk acogió la que está considerada como la primera batalla de la Segunda Guerra Mundial, cuando el 1 de septiembre de 1939 el ejército nazi invadió Polonia a través de la península de Westerplatte, frente a la ciudad, donde una escasa guarnición de soldados polacos logró resistir heroicamente en inferioridad de condiciones durante una semana. Gdansk –destruida en un 90 %–, fue integrada en Polonia tras la victoria aliada, lo que supuso la expulsión de sus habitantes alemanes.
¿Alguna vez has visto la Plaza del Mercado Largo por la noche? Esta es una calle única en Gdansk. Hay que verla por la noche. Se Iluminan las farolas, se llenan las cafeterías y los restaurantes, y los históricos edificios crean un ambiente de cuento de hadas. Sólo hace falta un fin de semana para enamorarse de Gdansk. Esta ciudad cuenta con una gran historia, pues antiguamente formó parte de la ruta de Hansa donde después nació Solidarność, un movimiento social que derrocó al comunismo en Europa. ¡La libertad se siente aquí a cada paso!»
Ciudad milenaria, antaño perteneciente a la Liga Hansa, se hizo famosa a primeros de los ochenta del siglo pasado cuando un obrero de los astilleros de Gdansk lideró una huelga. Su nombre es Lech Walesa y el movimiento social en el cual se convirtió el sindicato independiente creado por él como primero en la Europa, detrás del telón de acero, fue el denominado «La Solidaridad». Estos acontecimientos dieron un impulso a movimientos parecidos en los países vecinos y dieron como resultado la caída del Muro de Berlín nueve años más tarde (1989). Walesa es Premio Nobel de la Paz e iniciador de los cambios en esta parte de Europa concretamente en Gdansk, capital polaca del Báltico, por lo que le dan a la ciudad el derecho de proclamarla la «Ciudad de la Libertad».
Uno de los símbolos de Gdansk es el dios Neptuno, cuya fuente adorna la Ruta Real de Gdansk, testigo de un glorioso pasado de una ciudad rica y con importante comercio a nivel europeo. La Ruta Real y calles adyacentes forman el casco antiguo de origen medieval, en la que también se incluye la imponente Iglesia de Santa María, considerada como la iglesia de ladrillo más grande de Europa.
Otro de los símbolos es el monumento de la técnica antigua, la grulla. En polaco se llama “grulla” a una grúa portuaria. En Gdansk hay una de las más antiguas conservadas en Europa. Se trata de la grúa medieval que antaño servía para descargar productos, sobre todo el trigo, transportado en barcazas por el río Vístula desde el sur de Polonia. Las barcazas de madera llegaban justo hasta el muelle donde está situada la grúa, en uno de los afluyentes del río Vístula.
La “grulla” o la grúa se puede visitar durante todo el año, pero si viajas en verano, puedes aprovechar tu estancia para sumergirte en el bullicio de las calles del casco antiguo durante la celebración de la feria de Santo Domingo que continúa con una tradición desde la Edad Media, que consiste en citas anuales de comerciantes de telares y, siendo una especialidad en Gdansk, de los artesanos que trabajan el ámbar.
Lo más original de la gastronomía del lugar es el pescado salvaje del Báltico (en temporada) y vodka dulce con auténticos copos de oro flotando en este preciado líquido.