El secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, la directora general del INAEM, Montserrat Iglesias, y la directora de la CNTC, Helena Pimenta, han presentado a los medios de comunicación las obras de rehabilitación del célebre Teatro
El teatro de la Comedia se inauguró el 18 de septiembre de 1875, con la presencia del rey Alfonso XII. Se representó El espejo de cuerpo entero, pieza en un acto de Diego Luque y la comedia en tres actos de Bretón de los Herreros Me voy de Madrid, representada por el gran actor Emilio Mario, que programó muchas de sus temporadas, estrenando obras de Moratín y Bretón de los Herreros. Le sucedieron posteriormente Emilio Thuiller, Francisco García Ortega, Juan Balaguer, Enrique Borrás, etc.
Situado en un barrio de gran tradición teatral en que ya existían corrales de comedias -el de la Cruz y el del Príncipe (hoy teatro Español)- en los siglos XVI y XVII, el teatro de la Comedia se construyó en 1874 en un solar de la calle del Príncipe, propiedad de D. Silverio López de Larrainza, empresario de salas de juego que quiso dejar constancia de su actividad en la decoración del teatro.
Por eso las estatuas en bronce del antevestíbulo representan a un malabarista y a un encantador de serpientes y los forjados de las balaustradas del interior de la sala reproducen motivos de los palos de la baraja (copas, bastos y espadas), e instrumentos musicales. El arquitecto manchego Agustín Ortiz de Villajos, autor de la iglesia del Buen Suceso y de los teatros de la Princesa (hoy María Guerrero) y del desaparecido Teatro Circo Price, fue el encargado de su construcción.
La Comedia se trazó en tres pisos y una platea con planta en forma de herradura, dispuesto a la italiana, con entrada por la calle del Príncipe para espectadores, y por la calle de la Gorguera (hoy Núñez de Arce) para carga y descarga. El interior fue construido con pasillos amplios y dos cuerpos de escalera, a derecha e izquierda de la sala, para acceso a plantas superiores. El teatro tiene doce palcos por planta, seis a cada lado, separados entre sí por un tabique con arco árabe y antepechos de hierro calado. La mayor novedad en su decoración y estructura fue la abundante utilización de elementos de fundición y de hierro forjado en sustitución de la madera, lo que aportaba una sensación de mayor ligereza al conjunto.
El escenario era de reducidas dimensiones y sin espacios complementarios para grandes montajes, pero incorporaba medidas de seguridad muy importantes para la época, que incluían un telón metálico cortafuegos y un sistema de regulación del alumbrado diseñado por Picoli, sustituido en 1887 por el alumbrado eléctrico. El piso de la sala, de madera, tenía un curioso mecanismo que permitía elevar la parte más inclinada y alinearse con el escenario, de modo que podía utilizarse también como salón de baile.
La decoración, de inspiración árabe, con ciertas reminiscencias de la Alhambra, muy del gusto de la época, estaba realizada blanco y oro, a excepción de las butacas, tapizadas en terciopelo rojo. El telón de boca que cerraba el escenario era un diseño del pintor José Vallejo, que representaba el Templo de la Inmortalidad y en el que aparecían poetas, actores y dramaturgos consagrados, como Calderón, Cervantes, Moratín, Julián Romea y el Duque de Rivas, entre otros. El arquitecto sólo cometió un pequeño error: olvidó diseñar los camerinos por creer “que los cómicos iban ya vestidos al teatro desde sus casas”.
La noche del 17 al 18 de abril de 1915, se declaró un incendio que destruyó el interior del teatro, desplomándose el techo sobre el patio de butacas. El telón quedó destruido así como los decorados y el vestuario de El orgullo de Albacete, de Pedro Weber, la obra que se representaba esa temporada. La sala fue reconstruida en pocos meses por el arquitecto Luis Bellido, incorporando, por primera vez, hormigón armado y aplicando la normativa del Reglamento de Espectáculos. Aumentó a cuatro las escaleras y construyó un vestíbulo y una cafetería. El 22 de diciembre de 1915 se reabre el teatro con la función La propia estimación, de Jacinto Benavente.
La Comedia ha vivido estrenos de nuestros mejores clásicos del Siglo de Oro y de autores como Benavente Galdós, Dicenta, los Álvarez Quintero y Moratín. En el teatro permaneció María Guerrero de 1885 a 1894 y han sido compañías habituales, entre otras, las de Santacana, Luisa Esteso, Alberto Closas, Aldolfo Marsillach-Amparo Soler Leal, Conchita Montes y Lola Membrives.
Durante un siglo, el teatro perteneció a la familia Escudero: desde 1899, cuando Tirso Escudero se convierte en el empresario de la Comedia hasta que sus herederos lo venden al Estado en 1998.
Años antes, en 1986, el teatro de la Comedia había sido arrendado por el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) como sede de la recién creada Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC). Tras la compra del teatro, se adquieren además cinco de los pisos del edificio, consolidando de esta forma la Comedia como sede estable y definitiva de la Compañía.
En el mes de abril de 2002 la Comedia fue cerrada al público para someterse a una amplia reforma y las representaciones se desarrollan desde entonces en una sede provisional: el teatro Pavón. En septiembre de 2010 se hizo público el alcance de los trabajos de rehabilitación y ampliación del teatro, obra de Araujo y Nadal Arquitectos y a cargo de la constructora OHL.
En la rehabilitación se proyectó elevar la caja escénica hasta los 32 metros, y la construcción de una sala de doble uso, tanto para ensayos como para ser escenario alternativo de la principal.
El sistema de extinción de incendios se ha resuelto con la construcción de un aljibe con capacidad para 130 metros cúbicos de agua que se encuentra bajo el patio de butacas.
El proyecto de rehabilitación ha contemplado la ampliación del edificio hasta los 3.404 metros cuadrados, es decir, 600 más de los originales; recuperar el aforo de 775 espectadores en la sala principal y de 100 en la sala multiusos y la restauración de todos los elementos del teatro.
Entre los objetos recuperados destaca el telón de boca, las barandillas de escaleras y palcos, las lámparas de los espacios destinados al público, las esculturas de bronce del vestíbulo y el zócalo de madera y latón.