La sala Manuel de Falla fue el lugar elegido por Mariluz González Peña, directora del CEDOA (SGAE) para presentar el trabajo, que recoge el ciclo de canciones “Pascua Florida”, presentado en Nueva York en 2017
Miquel Ortega, compositor y director de orquesta ha sido el responsable de poner música a este trabajo de ocho canciones interpretadas por la mezzosoprano Anna Tonna, situándose al piano Mac McClure, sobre textos de María Lejárraga.
Mariluz González Peña, directora del Centro de Documentación y Archivo (CEDOA) de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) hizo mención sobre los escritos entre Manuel de Falla y María Lejárraga, que fueron grandes amigos y colaboraron en muchos proyectos.
María Lejárraga no podía firmar sus escritos por lo que el que figuraba era su marido, Gregorio Martínez Sierra. Afortunadamente, aquellos tiempos ya han pasado y las mujeres consiguieron tener voz y voto, y no depender de sus padres o maridos para poder desempeñar sus trabajos profesionales.
Para continuar con el trabajo desarrollado en “1915 Viaje a Granada” se pueden destacar El sombrero de tres picos y El amor brujo, por supuesto, con la firma del marido de Lejárraga. Pero, a pesar del viaje que realizaron a la ciudad de Granada, España, Manuel de Falla no terminó de encontrar la inspiración que iba buscando y solo compuso una canción “Pan de Ronda que sabe de verdad”.
El apoyo que realizó Mariluz a Anna Tonna, hicieron que el director de orquesta y compositor Miquel Ortega, se decidiera a colaborar en un proyecto en el que Falla no terminó, dando lugar a “Pascua Florida”.
Granada y la Alhambra siempre han sido fuente de inspiración para cualquier artista, por lo que arquitectura y música en este caso van de la mano.
María Lejárraga por Anna Tonna, mezzosoprano e investigadora
APUNTES PARA UNA HISTORIA CAÍDA EN EL OLVIDO
María Lejárraga o María Martínez Sierra (San Millán de la Cogolla, 1874-Buenos Aires, 1974). Tras esta duplicidad de apellidos se esconde una de las personalidades políticas y sobre todo literarias más interesantes del siglo XX.
Fue la dramaturga más prolífica de nuestra cultura, y una de las pioneras clave del feminismo en España. La adopción del nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra, como seudónimo literario para poder prosperar dentro de un mundo cultural dominado por hombres la dejó fuera del relato literario y los libros de texto de nuestro país durante demasiado tiempo.
María Lejárraga, fue una gran novelista, dramaturga, libretista, guionista, traductora o ensayista y, sobre todo, la creadora de grandes clásicos teatrales como Canción de cuna, llevada cinco veces al cine, o el libreto de El amor brujo; y fue una figura pública esencial en la esfera política española de los años 30.
En estos tiempos en los que la historia de la creación parece estar rescatando olvidos y variando la brújula del canon oficial, la figura de María Lejárraga resurge buscando su lugar en la historia de la cultura y el reconocimiento que en vida se le negó. La recuperación de su nombre en la portada de su obra supone una reparación necesaria a una de las más destacadas autoras de su época.
Al casarse con Gregorio Martínez Sierra, empresario teatral, ella decidió esconderse tras su nombre. Ambos formaron una de las más fructíferas parejas artísticas de la época. Mientras Gregorio era el responsable de la dirección de las obras y quien se llevaba la gloria en los estrenos, María aceptó ese papel de sombra.
Gregorio llevaba la parte visible de la sociedad, pero ella era quien escribía. Toda la sociedad de la época sabía que Lejárraga era quien escribía los textos de su exitoso marido. Hasta el punto que el propio Gregorio pronunciaba discursos feministas que escribía su mujer.
María escribió en silencio, alejada de los aplausos ganados por las obras de teatro que salían de su pluma. Su nombre es ausencia y vacío, una historia caída en el olvido que duró casi un siglo. El nombre que leemos en sus escritos es el de su marido: Gregorio Martínez Sierra, que recogía los elogios en los estrenos de “Canción de Cuna” o “El amor brujo” y “El sombrero de tres picos”, de Manuel de Falla, mientras la verdadera autora y libretista esperaba en casa.
La vida de María Lejárraga tiene un momento especialmente doloroso. Su marido se enamoró de la famosa actriz Catalina Bárcena, con quien tuvo una hija. El matrimonio se rompió, pero Lejárraga siguió colaborando con su marido y escribiendo los libros que él continuaba firmando. En 1947, con la muerte de Gregorio Martínez Sierra, la hija de Catalina Bárcena exigió los derechos de autor de su padre. María, que vivía con escasos recursos en el exilio reaccionó y comenzó a publicar con su nombre, pero aún refugiada en los apellidos de su marido: María Martínez Sierra.
María de la O Lejárraga, feminista
Impulsora de proyectos pioneros del feminismo como el Lyceum Club y la Asociación Femenina para la Educación Cívica, fue impulsora del sufragio femenino, y diputada en el Congreso de la Segunda República junto a Clara Campoamor.
Tras la guerra, su posicionamiento político la obligó al exilio. La historia de María de la O representa la historia de un país que no nos han contado.
En su libro, Cartas a las mujeres de España, (un auténtico tratado de feminismo publicado trece años antes que Una habitación propia de Virginia Woolf), representa uno de los mayores ejemplos de este olvido. La de una España en la que las mujeres fueron el motor de grandes cambios y reformas sociales e igualitarias, consiguiendo hitos que incluso en nuestros días, no hemos vuelto a recuperar.
Hablar de María Lejárraga es hablar de todas ellas, de esa generación de mujeres escritoras, pensadoras, científicas, pintoras, juristas, políticas, maestras o actrices que estuvieron a la vanguardia del proceso de modernización cultural que impulsó la Segunda República y que, tras la guerra civil, quedaron olvidadas tras un velo de silencio.
Rescatar a Maria Lejárraga del olvido, devolverle la autoría de sus obras, poner en valor su figura, difundir su legado, es un deber que tenemos con esa generación que sembró la semilla de la dignidad femenina, y cuyos frutos recogemos hoy transformados en derechos para todas.