Pasión por volar se acerca a los inicios y desarrollo de la aeronáutica en España. Una historia de grandes logros y pequeños fracasos, marcada siempre por dos virtudes, la superación y la intuición. Y una premisa, la investigación, eso que hoy, denominamos I+D. El recorrido de esta muestra se desarrolla principalmente a través de dibujos e instantáneas de los archivos del propio centro, del diario ABC, de IBERIA y de AENA
A la muestra, inaugurada por la ministra de Fomento, Ana Pastor, en presencia del ministro de Asuntos Exteriores José Manuel García-Margallo asistieron también Soledad Luca de Tena, Presidenta de la Fundación Colección ABC; Luis Gallego, Presidente ejecutivo de Iberia y Javier Marín San Andrés, Director general de AENA; Julio Gómez Pomar, Secretario de Estado del Ministerio de Fomento y Bieito Rubido, director del diario ABC.
Los grandes hitos de la aviación española son la hoja de ruta de la muestra.
Hubo un día, el 17 de diciembre de 1903, en que el hombre pudo volar. Fueron apenas unos segundos y pocos metros. Los protagonistas de tal hazaña fueron los hermanos Wright. Wilbur y Orville consiguieron lo que otros locos –desde Arquitas de Tarento a Leonardo da Vinci pasando por los hermanos Montgolfier–, habían intentado. La obsesión del hombre por volar se había conquistado. Nacía la Pasión por volar. Seis años más tarde, en España, el modisto Antonio Fernández Santillana realiza el primer vuelo pilotado por un español, convirtiéndose en el primer aviador de nuestro país. Es el punto de partida de esta muestra.
No es lugar, el Museo ABC, donde realizar una exposición enciclopédica sobre la materia y la muestra se ha planteado con la idea de ser un mooboard, un gran tablón de inspiración que, a través de ilustraciones, pósters, fotografías… introduce al visitante en distintos aspectos de la aviación comercial y las infraestructuras que la acompañan.
Los grandes hitos de la aviación española sirven de hoja de ruta en una muestra que se ha dividido en cuatro capítulos. En La vida en el aire descubrimos los nombres y apellidos de los primeros intrépidos que conquistaron el cielo. Más alto, más rápido, más lejos, …más cómodos nos adentra en la época dorada de la aviación, cuando se inician los primeros vuelos comerciales. El lujo de volar permite ser testigos de cómo se viajaba a mediados del siglo XX. Y, por último, El boom aéreo nos traslada al inicio de la democratización del hecho de volar.
Cuatro acercamientos que, en esta ocasión, encuentran un apoyo importante en los pequeños ensayos que se publican en el catálogo que acompaña a la exposición. Están escritos por los periodistas Javier Reverte, Rosa Belmonte, Luis de Tapia –rescatamos un texto del autor publicado originalmente en 1908– y el historiador e ingeniero Luis Utrilla.
Con el objetivo de divulgar, pero también entretener, en Pasión por volar encontramos, una colección de carteles que nos embarca en un viaje con múltiples escalas –desde Los Ángeles a Kenia, desde Tokio a Rio de Janeiro–. Son parte de la historia de la ilustración española y del imaginario colectivo.
Asimismo hacemos un recorrido por aviones que han marcado y marcarán nuestra forma de viajar desde el Breguet 14 al Airbus 350. O por los grandes maestros de la costura que han firmado los uniformes del personal femenino de cabina, hablamos de Pertegaz o Elio Berhanyer, entre otros. Y nos permite adentrarnos en cómo era un aeropuerto a finales de la década de los cincuenta y cómo es hoy la moderna Terminal 4 del Aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas.
Una exposición en cuatro pasos
En Pasión por volar encontramos casi 50 obras de los dibujos que integran la colección ABC. Son ilustraciones firmadas por grandes nombres como Xaudaró, Carlos Sáenz de Tejada, Gila o Chumy Chúmez.
El recorrido se completa con más de 50 carteles históricos y 20 fotos del archivo de Iberia, 25 imágenes y documentación del archivo del Museo de Aeropuertos y Transporte Aéreo de AENA y un centenar de fotos del archivo del propio diario ABC. La muestra también cuenta con una selección de uniformes originales del personal de vuelo de Iberia.
También destacan dos maquetas, una que reproduce el aeropuerto de Málaga-Costa del Sol en 1948, y otra de la moderna Terminal 4 del aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas que han sido cedidas por Aena y su Museo de Aeropuertos y Transporte Aéreo.
La exposición se divide en cuatro capítulos:
1896 – 1929 La vida en el aire
«La obsesión del aeroplano es actualmente una verdadera obsesión», declaraba Luis de Tapias en un artículo publicado en Blanco y Negro en 1908. Y no le faltaba razón. Era toda la sociedad, y no sólo inventores, mecánicos, ingenieros, científicos o políticos, la que andaba revolucionada con el nuevo invento considerado por unos y otros como un arte, un deporte o una industria. Desde la hazaña en Estados Unidos de los hermanos Wright a principios del pasado siglo, cuando consiguieron realizar el primer vuelo motorizado, se multiplicaron por todo el mundo los ingenios para volar. Los avances en la mecánica aeronáutica fueron sucesivos y constantes durante las tres primeras décadas del siglo XX gracias al atrevimiento de un grupo de hombres que se esmeraron en diseñar, construir y pilotar máquinas del aire. A esos pioneros se les debe la época más brillante de la aviación.
Muchos fueron españoles, un país que se involucró desde muy temprano en la carrera aeronáutica, tanto a nivel institucional –con el rey Alfonso XIII, el primer gran admirador y promotor de este medio de transporte–, como a nivel popular. Fabricar aviones se convirtió en una diversión a la vez que en un reto científico.
1930 – 1949 Más alto, más rápido, más lejos… más cómodos
Pasada la primera época de búsqueda, prueba y perfeccionamiento de los aeroplanos, la industria aeronáutica comercial se centró en mejorar el interior de los aviones. Aparatos más estables y, sobre todo más autónomos, hicieron posible vuelos de varias horas de duración. Las recién nacidas compañías aéreas se apresuraron en acomodar el interior del avión para los viajes largos y en incorporar servicios complementarios que mejoraban la calidad del viaje y lo hacían más cómodo: se repartían paquetes con sándwiches, frutos secos, termos con café o té, alguna fruta y chocolate para hacer el trayecto más entretenido y agradable. Este refrigerio, en la mayoría de las ocasiones, se entregaba antes de iniciar el vuelo, aunque en algunos casos era el copiloto quien atendía a los pasajeros. La aparición de los aviones a reacción, abanderada por el Comet en 1949, facilitó el servicio a bordo dado que al estar la cabina presurizada, aumentaba la sensación de bienestar tanto para los viajeros como para la tripulación.
En tierra, los aeropuertos dejaron de ser pequeños eriales desprovistos de árboles y maleza para transformarse en espacios atractivos y de disfrute lúdico. Se cobraba incluso entrada para disfrutar de sus servicios y visitar las instalaciones. Barajas abrió sus puertas en 1931, con una terminal diseñada por el arquitecto Luis Gutiérrez Soto. A sus terrazas acudirían cada domingo centenares de vecinos deseosos de contemplar el espectáculo de la salida y aterrizaje de los vuelos.
La red aérea se extendió en los años 30 en todas direcciones, ampliando un horizonte que ni los más intrépidos se hubiera atrevido a dibujar.
1950 – 1969 El lujo de volar
Si miramos viejas fotos de los años 50 y 60 del siglo XX, moriríamos de envidia. Las mejoras en el trasporte aéreo eran imparables y los pasajeros pudientes incorporaron a su modo de vida el glamour que daba viajar en avión. Era un acto social y un lugar donde relacionarse. Por el cielo iban y venían famosos, políticos, mercancías. Se ampliaban horizontes profesionales y personales en alas de un Boeing, un Airbus o un Douglas. El mundo se hacía más abarcable surcando los aires.
Los pasajeros fueron perdiendo el miedo a volar y subían al avión con confianza y naturalidad. Vestidos con trajes sobrios o elegantes atuendos, hacían amigos en el avión como si estuvieran en un cóctel, celebraban cenas servidas en porcelana. Los tripulantes empujaban el carrito de la cena ataviados con esmoquin. La revista Life dedicó en 1956 un número a la Air Age [La Edad del Aire]. Las aerolíneas estadounidenses transportaron aquel año 46 millones de pasajeros. En 2005 fueron casi 739 millones. La literatura y el cine descubrieron nuevos escenarios para contar aventuras y en España, la prensa promocionaba los nuevos empleos que ofrecía el mundo de la aviación. Ser piloto o azafata era envidiable, incluso empezaron a vestir trajes de diseño. Thor Johnson, vicepresidente de Pan Am en los años 50 y 60, recordaba así aquellos tiempos: «Todo era tan atractivo como parecía. Servíamos aquellas comidas y la gente se vestía de forma especial. Teníamos un dresscode [código de vestimenta], pero la gente se habría vestido bien incluso sin normas».
1970 – 2000 El ‘boom’ aéreo
Ante el aumento de pasajeros dispuestos a moverse, las compañías aéreas optaron por uniformar los servicios y aunque mantuvieron las clases preferentes, la clase estrella pasó a ser la denominada clase turista. Su nombre lo indicaba todo: había aparecido el gran cliente de las aerolíneas.
Se acabó viajar exclusivamente por negocio, relaciones políticas, sociales o comerciales, o por simple interés científico. Los grandes «pájaros de hierro» transformaron las míticas rutas comerciales en un intercambio de souvenirs; la exploración científica, en álbumes fotográficos; y el lujo de viajar, en una rutina aeroportuaria… Pero eso ya es otra historia.
Lugar: Museo ABC. Calle, Amaniel, nº 29-31.- 28015 Madrid. (España)
Fechas: del 26 de Junio al 27 de septiembre de 2015