El manuscrito de ‘El canto de la Sibilia’ encontrado en la Biblioteca Nacional de España, ya lo podemos ver expuesto, es un documento que data del siglo XV y fue utilizado durante cien años en muchas de sus variantes
El que la Biblioteca Nacional de España (BNE) ha descubierto, suelto dentro de un cantoral, es la primera interpretación en castellano que se conoce y muy similar al canto interpretado en la Catedral de Toledo durante los siglos XV y XVI. «Se trata de una representación dramática de carácter litúrgico muy antigua, que aúna tradiciones paganas y cristianas», comenta José Carlos Gosálvez, comisario de la exposición ‘Cantorales. Libros de música litúrgica en la BNE‘.
En la Península fue muy utilizado en parte de la Baja de Edad Media aunque ese carácter pagano provocó que el Concilio de Trento lo prohibiera en la segunda mitad del XVI, momento en el que desapareció de todos los lugares a excepción de la catedral de Palma y otras localidades mallorquinas. «Se conservan algunas versiones en latín y catalán, nuestro manuscrito es probablemente de origen toledano y tiene el enorme valor de ser fuente única, tanto el texto en castellano como la música».
El manuscrito se exhibe junto a un conjunto de cantorales que la BNE lleva tres años restaurando, catalogando y datando en cooperación con la Universidad de Alcalá de Henares. «Se encontraban en nidos, en fondos que perdieron su vigencia y han permanecido mucho tiempo durmiendo», comenta Gosálvez.
Aunque, claramente, el más relevante es ‘El canto de la Sibilia’, dentro de esta colección también se encuentran dos cantorales que se realizaron por encargo de los Reyes Católicos, y de los que ha perdurado su decoración riquísima. «Las investigaciones los han situado en el monasterio de San Juan de los Reyes, un convento fundado en 1477 por Isabel y Fernando».
La mayoría de estos libros litúrgicos llegaron hasta las manos de la institución a través de las desamortizaciones del s.XIX, como el decreto de Álvarez de Mendizábal de 1830 o el de Ruiz Zorrilla de 1889. «Identificar su procedencia es muy difícil, salvo en contadas ocasiones sólo incluyen información de su texto litúrgico y musical», asegura Gosálvez. Son publicaciones escritas a mano y la mayoría de ellos sobre pergamino, un material que resiste el paso del tiempo.
Algunos de ellos miden 90 centímetros de largo y pueden llegar a pesar hasta 30 kilos. «Son tan grandes que era imposible su impresión, se leían en grupo y desde cierta distancia en un época en la que el uso de las gafas era minoritario».
Del centenar de libros musicales que son parte del patrimonio de la BNE, se exhibe ahora una muestra representativa. Los más antiguos datan del siglo XI, cuando ingresaron los cantos gregorianos en España, y los más recientes fueron elaborados en el siglo XIX. Sin embargo, no hay grandes diferencias entre ellos. Son la muestra de una tradición que se mantuvo casi inalterada a lo largo de ocho siglos.