El Teatro de la Zarzuela comienza el año con energía positiva y buen humor de la mano de ‘La corte de Faraón’, obra divertida, transgresora y a la vez imprescindible, que marcó una transición del género chico al musical a la española
El montaje que ahora llega al escenario de la plazuela de Teresa Berganza es ese mismo de 2012 firmado por Emilio Sagi y coproducido por los teatros Arriaga de Bilbao, Campoamor de Oviedo y del Canal de Madrid, que desde aquel estreno no ha cesado de conseguir éxitos y parabienes. Es por todo ello que las entradas para las 15 funciones programadas del 29 de enero al 16 de febrero hayan volado (o estén ya a punto de volar) como arte de magia.
La excelente partitura de Vicente Lleó –con no pocos números musicales instalados en la memoria colectiva– y el libreto firmado por Guillermo Perrín y Miguel de Palacios, calificado en su día de “sicalíptico”, y que se presenta en versión del propio Emilio Sagi y Enrique Viana, es una combinación entre zarzuela, opereta y revista que a lo largo de los 115 años transcurridos desde su estreno en el Teatro Eslava de Madrid el 21 de enero de 2010, ha alcanzado gran fama. En el Teatro de la Zarzuela, Lleó presentó la obra cinco años después de su estreno, en 1916, con la misma compañía que la había interpretado por primera vez en el Eslava.
El Maestro Carlos Aragón –que ya participó en la producción allá en el estreno de este montaje y en alguna de sus reposiciones– volverá a impartir su sabiduría en el género al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del teatro), de un reparto de campanillas en lo lírico y en lo actoral, y del siempre notable Coro Titular del Teatro de la Zarzuela dirigido por el Maestro Antonio Fauró.
El reparto, se mire por donde se mire, no tiene desperdicio alguno: es de lujo para esta “opereta bíblica” en un acto y cinco cuadros que narra las peripecias de José (interpretado por el tenor Jorge Rodríguez-Norton), hijo predilecto de Jacob, sus hermanos, enriqueciendo el significado del término “cainita”, lo venden como esclavo a los egipcios. El desdichado joven acaba en casa de Putifar (a quien da vida el barítono Ramiro Maturana) que padece una severa disfunción eréctil para desesperación de su ardiente esposa Lota (que encarna la soprano María Rey-Joly). Los intentos de calmar esos ardores con el joven esclavo pondrán en peligro que éste pueda seguir llamándose “el casto José” sin faltar a la verdad. Con estos antecedentes se comprenderá por qué la censura franquista prohibió durante cuatro décadas la representación de la obra.
El reparto lo completan el barítono Luis Cansino y el barítono-bajo Enric Martínez-Castignani (como el gran Faraón), el tenor Enrique Viana (con su personalísima Sul), la mezzosoprano María Rodríguez (cumpliendo como Reina), las también sopranos Annya Pinto, Amparo Navarro, Amelia Font y Leticia Rodríguez (Raquel, Ra, Sel y Ta respectivamente), el barítono José Manuel Díaz (que hace las veces del Gran Sacerdote) y el actor-cantante Jesús García Gallera y el acróbata Rafael S. Lobeto (en los papeles de Selhá y Seti). Con todos ellos comparten escenario seis bilarines.
En cuanto al equipo artístico, además de Sagi y Aragón, lo integran el escenógrafo Daniel Bianco, la figurinista Gabriela Salaverri, el iluminador Eduardo Bravo y la coreógrafa Nuria Castejón, que también ejerce de ayudante de dirección de escena.
La Corte como referente
Desde su estreno en 1910, ‘La corte de Faraón’ se ha convertido, como apunta el experto Manuel Lagos, en «el referente de un tipo de teatro frívolo, de humor inigualable, que contiene la dosis justa de voluptuosidad y crítica para reconciliar al ser humano con su vida, y cuya partitura musical ha quedado grabada en el subconsciente colectivo de los países hispanohablantes». Un título este con el que, en palabras de Lagos, podemos descubrir cómo una opereta bíblica transformó buena parte de nuestro teatro musical con sexo, política y religión.
Hoy, como explica Emilio Sagi, ‘La corte de Faraón’ que presentamos es de 2012, pero «me gusta retomarla cada cierto tiempo porque es una de mis favoritas: divertida, llena de humor y energía positiva, con abundantes diálogos cargados de ironía y crítica social, además de sensualidad y sexualidad». La partitura y el libreto—este en la versión adaptada por Sagi y Viana— «logran un equilibrio perfecto para el disfrute tanto de quienes hacen el espectáculo como de quienes lo contemplan».
En esta misma línea, el director musical, Carlos Aragón, destaca que «vamos a disfrutar y a hacer disfrutar a quienes vengan a verla». Explica que, aunque la música de Lleó representa el final de una época, la Belle Époque, nos resulta «fresca, divertida y muy espontánea». A pesar de su toque claramente decadente, «su encanto reside en el ritmo español que salpica los cuplés y el garrotín»