La Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible es parte de un compromiso desde hace tiempo de la UNESCO para fomentar un diálogo inclusivo sobre la cultura en todos los niveles de la sociedad
Como en 1982, MONDIACULT volverá a celebrarse en México, donde el bullicioso ambiente intelectual y colaborativo llevó a una redefinición de la noción de cultura. Esta definición ampliada y profundizada incluye derechos humanos fundamentales, sistemas de valores, tradiciones y creencias.
Cuarenta años no es mucho tiempo, pero es suficiente para permitirnos repasar las acciones públicas a favor de la cultura catalizadas por la UNESCO en las últimas décadas, así como mirar hacia el futuro.
El propósito mismo de MONDIACULT es construir políticas culturales adaptadas a nuestro tiempo, dados los inmensos desafíos que enfrentamos, desafíos que no se pueden lograr sin una renovación de la solidaridad global.
A medida que el mundo se recupera gradualmente de una pandemia que no se veía desde hace más de un siglo, algo ha cambiado irrevocablemente. La crisis ha puesto de manifiesto la fuerte interdependencia entre nuestras sociedades y ha puesto de manifiesto tanto las carencias como las fortalezas de cada sector.
El sector cultural sigue sufriendo los efectos de la crisis sanitaria, que afectó de manera desproporcionada a regiones y áreas creativas. La Covid-19 ha tenido un efecto particularmente severo en las mujeres y ha profundizado las desigualdades de género. La crisis ha dejado al descubierto una serie de fallas, entre ellas la interrupción total del turismo, el saqueo de sitios arqueológicos, la naturaleza informal del empleo cultural, la precariedad de la condición de artista y de los modelos de negocio de los museos e instituciones culturales, la exclusión digital, y el acceso desigual a los contenidos culturales.
Coincidiendo con MONDIACULT 2022, este número de El Correo de la UNESCO presenta algunos ejemplos de la importancia de la cultura como vector de cambio en nuestras sociedades cada vez más interconectadas y multiculturales.
La realidad de estas sociedades plurales llama a desarrollar políticas públicas adaptadas a los diferentes contextos, a repensar los motores de la cohesión e inclusión social, de la participación ciudadana y del desarrollo económico, social y ambiental a través de la cultura.
Nuestra generación tiene el deber de renovar el contrato social y acompañar a las generaciones futuras en el aprendizaje positivo de la diversidad cultural, tanto en toda su complejidad como en su capacidad de enriquecimiento. Esta generación también debe asegurar la transmisión de conocimientos, historia y tradiciones a través de la preservación del patrimonio,
La cultura es lo que nos define en el espacio y el tiempo: nuestras raíces pasadas y presentes, nuestras perspectivas. La cultura es un recurso inagotable y renovable, que se adapta a contextos cambiantes y que habla al ser humano ante todo a través de su capacidad de imaginar, crear e innovar. La cultura es nuestro bien público global más poderoso. En palabras de Javier Pérez de Cuéllar, exsecretario general de Naciones Unidas, la cultura tiene un papel “como fin deseable en sí mismo, como dar sentido a nuestra existencia”. Hoy más que nunca necesitamos encontrar sentido, necesitamos universalidad, necesitamos cultura en toda su diversidad.