Los refugiados tienen derechos, comenzando por el derecho a la educación, es una situación de urgencia humanitaria y un imperativo de desarrollo
La Cumbre Humanitaria Mundial recientemente celebrada en Estambul puso de manifiesto que la comunidad internacional ha fallado en hacer respetar este derecho y recordó la necesidad de actuar con urgencia para sortear un vacío peligroso cuyas repercusiones se hacen sentir generación tras generación.
Según estimaciones, sólo un 50% de niñas y niños refugiados frecuentan la escuela primaria, y 25% la secundaria. Las niñas son las más propensas a quedar excluidas, lo que refuerza su marginalización y vulnerabilidad. Los refugiados menores de edad tienen cinco veces más de probabilidades de no ser escolarizados que sus pares no refugiados.
Estas son las conclusiones del informe “Basta de Excusas”, publicado por el equipo del Informe Seguimiento de la Educación en el Mundo y por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Dichas conclusiones atestiguan de una negligencia a gran escala.
No podemos construir la paz sobre la base de esta exclusión.
Muchos niños y adolescentes se han visto obligados a desplazarse por causa de conflictos armados. Han vivido experiencias dolorosas, separación y pérdida. Durante este último tiempo, el mundo ha sido testigo casi a diario del aumento exponencial y trágico de la migración masiva.
Y nosotros todavía no hemos invertido lo suficiente en la única respuesta que puede aportar esperanza y oportunidad: la educación.
Cuando acuden a la escuela, las niñas y los niños están mejor protegidos del tráfico, la adopción ilegal, el matrimonio infantil, la explotación sexual y el trabajo forzado. Además, pueden adquirir un sentimiento de pertenencia y de estabilidad.
Lo vi hace algunas semanas, en el sureste de Turquía, en Gaziantep, una ciudad que acoge a cerca de 300.000 refugiados, de los que la mayoría tiene menos de 17 años. En una de las escuelas, que acoge a 1.400 escolares sirios, 400 son huérfanos. Pude observar este fenómeno en todo el mundo, en las escuelas de Jordania, en la frontera con Siria, con el Líbano o en el campamento de Baharka, en Iraq.
Las niñas me expresaron sus ganas de convertirse en profesoras, científicas y médicas. La tragedia no ha destruido sus sueños, y la educación refuerza su coraje y sus aspiraciones.
Es una muestra del desafío global al que se enfrentan los países en Europa, África, Medio Oriente, Asia y otras latitudes. Y para responder a las necesidades de las niñas y niños refugiados en todo el mundo son necesarias medidas excepcionales.
El lanzamiento en Estambul, el mes pasado, del Fondo “La Educación no puede esperar” es muestra de la toma de conciencia mundial de la necesidad de pasar a la acción. Es nuestra responsabilidad colectiva ofrecer competencias de calidad, incluso en las circunstancias más desfavorables.
No dejar a nadie atrás es el compromiso de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
En este Día Mundial de los Refugiados, invito a los gobiernos, a la sociedad civil, al sector privado y a la comunidad internacional a tomar todas las medidas posibles para movilizar recursos y encontrar soluciones inteligentes con la esperanza de garantizar el acceso a la educación de todas las niñas, niños y adolescentes refugiados. Es una responsabilidad moral y una condición indispensable para difundir la paz, que permite construir un futuro más seguro para todos, concluyó la directora general de la UNESCO, Irina Bokova.