En Madagascar, las niñas son vendidas para casarse antes de nacer. La ONU colabora con las autoridades locales para acabar con esta práctica que destruye los sueños y las vidas de muchas mujeres
En el sur de Madagascar se está intentando acabar con una práctica tradicional pero ilegal en la que las niñas son prometidas como esposas a hombres mayores, a veces incluso antes de nacer.
El matrimonio concertado suele implicar el intercambio de una vaca cebú, muy preciada y culturalmente importante, por niñas adolescentes de tan sólo 13 años.
Ahora, dos organismos de las Naciones Unidas, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), colaboran con las autoridades locales para educar a las mujeres y también a los hombres, mediante sesiones centradas en la masculinidad positiva, sobre los peligros de esta práctica y sobre cómo tratar a las mujeres como iguales.
Daniel Dickinson, de Noticias ONU, habló con Lehilahy Modely, que asistió a una de las sesiones en el pueblo de Ifotaka, en el distrito de Amboasary de la región de Anosy, en Madagascar.
«Hoy, estoy aquí, en un pequeño espacio de reunión del pueblo, con otros 30 hombres, para comprender y debatir todos los tipos de violencia que se ejercen contra las mujeres y las niñas.
Tenemos que elegir entre una selección de imágenes para describir las distintas formas en que los hombres ejercen la violencia contra las mujeres. He elegido una imagen que muestra la silueta de un hombre a punto de golpear a una mujer, lo que ha dado lugar a un debate sobre el daño físico. También hay imágenes que muestran la violencia sexual, psicológica y económica, así como el maltrato a los niños.
Violencia económica
Uno de los mayores retos que veo en mi región es la combinación de violencia económica y abuso de los derechos de las niñas incluso antes de nacer.
Familias normalmente muy pobres y vulnerables aceptan cambiar a su hija no nacida por una vaca cebú.
El cebú es muy importante en nuestra cultura, ya que es un signo de riqueza y respetabilidad. A menudo está en el centro de muchas tradiciones; por ejemplo, en ciertos grupos étnicos, como rito de iniciación, se obliga a los niños a robar una vaca antes de poder casarse.
Normalmente se sacrifica un cebú con motivo de un nacimiento, una ceremonia de circuncisión, una muerte o un matrimonio.
Esta práctica es muy común en el sur de Madagascar y he visto a muchas adolescentes, algunas de tan sólo 13 años, obligadas a abandonar a su familia y convertirse en la esposa de un hombre mayor. Este hombre puede tener también otras esposas, ya que aquí también se practica la poligamia.
Las niñas que se niegan a este arreglo suelen ser repudiadas por su familia debido a la vergüenza que conlleva y he oído algunos casos de niñas que se han suicidado.
Cultura y pobreza
El hombre suele pagar los gastos de maternidad de su futura esposa, además de apoyar a la familia de otras formas hasta que recibe a la niña y presenta al cebú. Las familias participan en este intercambio en parte por tradición, pero sobre todo por pobreza.
Me siento muy frustrado al ver esto y siento mucha empatía por estas menores que no tienen elección y que ya no pueden seguir viviendo como una niña o incluso ir a la escuela.
Hemos hablado de esto en nuestros grupos de masculinidad positiva y la mayoría de los hombres entienden que son ellos los que tienen que hacer el cambio porque son los actores de la violencia y la subversión.
Demasiados de mis amigos ven a las mujeres como débiles y frágiles, muestran poco respeto hacia ellas y no están interesados en escuchar sus opiniones.
Esos amigos me consideran débil y bromean diciendo que estoy controlado por las mujeres, sólo porque intento promover su bienestar y sus derechos. Aunque no estoy de acuerdo, sigo siendo amigo de ellos.
Nos reunimos en este grupo una vez al mes; las reuniones también incluyen información sobre cómo denunciar incidentes de violencia contra niños. Estos casos se remiten al Centre Vonjy, un centro de atención integrada para niños víctimas de la violencia en la ciudad de Fort Dauphin.
Ahora veo que algunos hombres reconocen que debemos cambiar de actitud y empezar a pensar que las mujeres tienen los mismos derechos que nosotros, lo que creo que conducirá a la igualdad.
El cambio no llegará mañana, pero los hombres deben hacer todo lo posible para acabar con esta práctica culturalmente aceptable pero ilegal.