La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, nos abre sus puertas para mostrarnos su cara más oculta, el trabajo que actualmente lleva a cabo un equipo de restauración que se encarga de conservar en buen estado las obras expuestas, a la vez que poco a poco va rescatando obras que hasta entonces permanecían “olvidadas” en la trastienda del almacén
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El equipo está conformado por tres restauradoras: Ángeles Solis, Judit Gasca y Silvia Viana (Albayalde Restauro), especializadas cada una en un tipo de obra de arte según su soporte (obra pictórica, escultórica, arqueológica y documento gráfico) todas ellas con gran experiencia acumulada, nos han ofrecido una idea general de un trabajo que muchas veces es desconocido por el gran público.
El Museo de la RABASF: un poco de historia
El Museo cuenta con una rica y variada colección de piezas de todo tipo, únicas en el mundo. Es el gran desconocido de Madrid, por no encontrarse dentro del “circuito de los museos”. El visitante que acuda a este museo de la capital de España, puede encontrar obras que otros museos no le ofrecen: obra pictórica, esculturas, muebles, relojes, cerámicas, numismática, piezas egipcias y fotografías; todo ello legado por personajes, unos anónimos y otros no tanto, que quisieron que todos estos tesoros, se conservaran en la RABASF de Madrid.
Su excepcional patrimonio está formado por más de 1.400 pinturas, 1.300 esculturas, 15.000 dibujos y muchos otros objetos.
Antonio Bonet Correa, director de la RABASF, comenta que los fondos artísticos del Museo de la Academia, forman una de las mejores pinacotecas de España, abarcan cinco siglos y diferentes escuelas, ofreciendo un completo recorrido por la historia del arte desde el Renacimiento hasta las tendencias más actuales del siglo XXI.
La colección permanente de la Academia incluye obras maestras del arte español, italiano y flamenco. Goya fue miembro desde 1780 y el Museo conserva 13 pinturas de su mano destacando los dos Autorretratos, la Corrida de Toros, los retratos de Moratín, Juan de Villanueva, la actriz La Tirana y la célebre escena del Carnaval conocida como Entierro de la Sardina.
Así mismo, continua diciendo Bonet que forman parte de la colección permanente del museo obras como el Agnus Dei y los Frailes Mercedarios de Zurbarán; una María Magdalena de Ribera, firmada en 1636; el único Arcimboldo conservado en España; la Riva degli Schiavoni en Venecia, firmado por Leandro Bassano; el espléndido cuadro el Sueño del caballero de Pereda; la escena del Antiguo Testamento de Susana y los Viejos de Rubens; la Marquesa de Llano de Mengs, el cuadro de Van Loo de Venus, Mercurio y Amor realizado en 1748; el siglo XIX está representado por el arte español con la serie de retratos de Vicente López, el magnífico retrato de Manuel Godoy, Príncipe de la Paz de José de Madrazo o el Retrato de Isabel II de Federico de Madrazo. También se muestran otras tendencias como el romanticismo de Esquivel y otros géneros como los paisajes de Haes.
El siglo XX merece una especial atención ya que nos ofrece la obra de académicos actuales, permitiéndonos tener una visión del arte contemporáneo. Así se pueden seguir todas las tendencias artísticas del siglo con obras impresionistas de Sorolla y Cecilio Plá, el regionalismo de Sotomayor, los retratos de Vázquez Díaz y paisajes de Benjamín Palencia, Lozano, Genaro Lahuerta, etc…
El museo ofrece también una colección importante de escultura que permite ver la evolución escultórica española desde el siglo XVII hasta nuestros días, con ejemplos tan sobresalientes como el San Bruno de Manuel Pereira o La Dolorosa de Pedro de Mena; Retrato de Fernando VI y Retrato de doña Bárbara de Braganza, relieves de Gian Domenico Olivieri; el Retrato de Alfonso Clemente de Aróstegui de Felipe de Castro; el Felipe V a caballo de Roberto Michel y el Felipe V a caballo de Manuel Francisco Álvarez de la Peña; el conjunto de la Degollación de los Inocentes realizado por José Ginés para Carlos IV; el Retrato de Antonio Teixeira Lopes por Mariano Benlliure y Gil, Sensitiva de Miguel Blay; Cabeza de mujer de Picasso; Academia de Pablo Gargallo. De gran interés son también las obras de alumnos de la Academia realizadas con motivos de Concursos Generales y becas, así como la sala de vaciados con una importante colección de obras en yeso.
En las salas del Museo también se puede contemplar obras adquiridas a través del Legado Guitarte, como la Vanitas de Michel Bouillon realizada en 1668, el Autorretrato de Francisco Bayeu; el magnífico Bodegón de limones de Juan de Zurbarán, la Cabeza de Apolo atribuida a Thorwaldsen, el Pintor en su estudio de Magnasco, pintura cubista a través del Bodegón con frutero, botella y periódico de Juan Gris, parte del conjunto de grabados de Picasso de la Suite Vollard etc.
Restauración
La Academia cuenta con muchas obras aún por restaurar, pero la falta de ingresos, hace que su restauración se tenga que demorar, acometiendo la conservación y restauración de las más necesitadas. Las distintas administraciones ya no subvencionan a la RABASF, subsistiendo con las aportaciones de sus simpatizantes y Académicos.
Los restauradores españoles, hasta ahora, se han labrado un gran reconocimiento internacional por su elevada formación a nivel universitario impartida desde las facultades de Bellas Artes de todo el país, que hasta hace poco ofrecían esta especialidad a los alumnos que quisieran cursarla, quizá por ello, que no debería ser suplantada por un nivel académico inferior impartido desde otras instituciones no universitarias. El gran prestigio que tienen los restauradores españoles hace que sean muy valorados, y que las distintas especialidades sean muy apreciadas y demandadas, siendo contratados en museos de todo el mundo.
¿Qué es la restauración de obras de arte?
A diferencia de lo que se podría pensar, el trabajo de restaurador, es ante todo un trabajo multidisciplinar, en el que se combinan conocimientos que van desde la Historia e Historia del Arte, hasta otro tipo de conocimiento eminentemente científico, relacionado con diversas técnicas de análisis científico necesarias para el estudio químico de la materia y diversas técnicas instrumentales útiles para el diagnóstico previo del estado de conservación de la obra. No en vano, un restaurador competente debe estar siempre al tanto de las últimas novedades en una continua actualización de sus conocimientos mediante cursos, reuniones, convenciones, seminarios y congresos.
Ángeles, Judit y Silvia, comentan que cuando se hacen cargo de una pieza, se inicia un largo y complejo proceso, que incluye una detallada memoria con todos los pasos realizados, desde la primera fotografía para hacer constar en qué condiciones les ha sido entregada, pasando por la toma y análisis de muestras para la diagnosis del estado previo de conservación y posterior elección de materiales, productos y tipo de tratamiento que se va a llevar a cabo y una vez finalizado el tratamiento, se opta por el depósito y/o exposición de la obra atendiendo a las condiciones ambientales de luz, humedad y temperatura óptimas para su perfecta conservación, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
A este respecto cabe reseñar un proyecto que actualmente se lleva a cabo en la Real Academia de Bellas Artes en colaboración con otros países de la Unión Europea y que supondría un nuevo adelanto en cuanto a técnicas de diagnosis del estado de conservación de la obra y de análisis de la misma. Este proyecto denominado Syddarta, propone un tipo de fotografía espectroscópica en 3-D a través de un equipo portátil que evitaría tanto el traslado de la obra de arte como su contacto físico. Esta imagen permite detectar alteraciones antes de que se manifiesten en el exterior y reducir la toma de muestras y con ello la agresión hacia la obra.
Restaurar una obra de arte, exige ser extremadamente cuidadoso, no puede haber lugar a la improvisación, ni a la creatividad y toda intervención que se lleve a cabo se debe hacer con el mismo rigor con el que se hace cualquier investigación científica; a este respecto, las restauradoras del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid se quejan del intrusismo existente en este terreno, ya que muchas restauraciones son llevadas a cabo por personas no cualificadas dando lugar a prácticas tan lamentables como la que actualmente ha ocupado titulares incluso a nivel internacional, nos referimos a la tan satirizada “restauración” del Ecce Homo de Borja.
Sin llegar a tal extremo, se dan numerosos casos de mala praxis en otras restauraciones, sobre todo en muebles antiguos de gran valor, que muchas veces se olvida que forman también parte de nuestro patrimonio y que se pretende restaurar utilizando lijas y productos químicos abrasivos
Los tres principios básicos en que se sustenta toda restauración son: reversibilidad, legibilidad y estabilidad.
Reversibilidad porque todas las intervenciones de restauración deberían ser reversibles, de forma que si se diera el caso, de que dentro de 60 años surgieran unos productos más adecuados, pudieran ser removidas sin dañar la obra original.
Legibilidad porque toda intervención (especialmente la reintegración) debe ser visible y diferenciable a simple vista de la obra original y devolver la homogeneidad perdida, de forma que permita su contemplación y disfrute por parte del observador.
Estabilidad en el tiempo, cuando se acomete una restauración se hace con miras a una permanencia de entre 50 y 100 años. Todas las intervenciones de restauración han de quedar perfectamente detalladas y registradas para dejar constancia del trabajo que se ha llevado a cabo y de los productos empleados para facilitar futuras intervenciones a largo plazo.
Existe una clara diferencia entre restaurar y conservar y tal y como nos cuentan las restauradoras de la RABASF, será la propia obra la que determine el tipo de intervención que se va a llevar a cabo y los materiales y productos que se van a emplear. En líneas generales, conservar implica llevar a cabo una serie de intervenciones con el fin de detener el deterioro de una obra, mientras que restaurar supone pasar a un segundo estadio, que normalmente implica adiciones sin por ello cometer una falsificación artística o histórica, respetando las huellas del paso del tiempo.
Un ejemplo de conservación sería un tratamiento contra microorganismos y otros parásitos utilizando algún tipo de fungicida inocuo para la obra. Un ejemplo de restauración sería la reintegración de lagunas (faltas en la capa pictórica) para lo cual siempre se eligen criterios tal como el de legibilidad con la intención de devolver la unidad potencial y la armonía a la obra de arte. En este caso, atendiendo a la reversibilidad se emplean siempre materiales altamente reversibles, inocuos y fáciles de eliminar (tales como acuarelas, pigmentos aglutinados con barniz…) y se hacen siempre discernibles en distancias cercanas a través de pequeños puntos, rayas paralelas, tintas neutras…
Desde el punto de vista del espectador, siempre se admira el proceso final de la restauración de determinada obra y más si le precede una gran reputación por su valor artístico; sin embargo, las restauradoras de la Real Academia coinciden unánimemente en que para ellas no es tan importante el resultado, como el proceso que han seguido para llegar a él.
Para estas profesionales, su trabajo se mide en función del reto que ha supuesto y del proceso de investigación que se ha llevado a cabo, no tanto por la categoría artística otorgada a la obra.
Es en este punto donde llama la atención la humildad del trabajo de las restauradoras, que cuando se les pregunta por la restauración de la que se sienten más orgullosas, lejos de vanagloriarse por el trabajo llevado a cabo sobre la obra de determinado artista, prevalece su profesionalidad, confiriendo a todas las obras que están bajo su responsabilidad la misma importancia y el mismo valor y sintiendo satisfacción por el reto superado más que por el objeto en cuestión. No le dan más importancia por llevar una firma conocida para el visitante.
Actualmente y por exigencias presupuestarias, las restauradoras de la Real Academia de Bellas Artes realizan mayoritariamente trabajos de conservación preventiva, dando prioridad a la urgencia por preservar las obras más que a la restauración de las mismas, lo cual conllevaría un mayor gasto económico y de tiempo. Sólo en determinados supuestos, sí pasan a la siguiente fase y llevan a cabo la restauración cuando la obra se identifica como perteneciente a un determinado artista o porque según sus criterios, es una obra de gran interés artístico.
Todos somos conscientes de la amplitud y riqueza de nuestro patrimonio artístico, la pena es que gran parte de este patrimonio permanezca no visible al público general, lógicamente las grandes obras de arte se imponen sobre otro tipo de obra que se considera secundaria, pero que sin embargo, posee también gran valor artístico e histórico.
Un ejemplo de ello es la colección de vaciados históricos en yeso, de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, una colección única en su categoría. Estos vaciados han sido utilizados como modelos clásicos en la formación de los artistas desde los orígenes de la Real Academia en 1752 (entonces llamada Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, situada en La Real Casa de la Panadería en la Plaza Mayor de Madrid).
Así mismo, son de gran calidad los trabajos realizados en barro por aquellos que entonces buscaban una plaza como estudiantes de arte en la Academia y los modelados de los propios estudiantes a partir de estas reproducciones artísticas.
Esta colección se halla en un impresionante corredor, por el que se accede al taller de restauración y son parte de las esculturas que recientemente han sido restauradas en el mismo.
Cuentan Ángeles, Judit y Silvia, una curiosa anécdota que sucedió mientras restauraban el vaciado del Hércules Farnesio (copia romana en mármol de comienzos del s.III, de la obra original en bronce creada por Lisipo en el s. IV a.C) por la cual, encontraron en el interior de la peana una serie de objetos diversos, tales como una baraja de cartas de 1741 de la Fábrica de Naipes (ya restaurada), que apareció allí fortuitamente, posiblemente por la prohibición a los centinelas de jugar a las cartas mientras estaban de guardia, y simplemente para que no les pillaran jugando, las escondieron, también la llave de la puerta de la Academia, un escapulario de la Virgen de la Paloma del siglo XVIII, un puntero para dibujar, unas sandalias…, objetos de toda índole, huella anecdótica de la vida cotidiana de siglos atrás.
No cabe duda que la profesión de restaurador seguirá siendo muy demandada, ya que son pocos los profesionales existentes en este campo y muchas las obras que precisan de su intervención. Además, se da la paradoja, de que en muchos casos las obras de arte que corren mayor riesgo no siempre son las más antiguas, sino que a partir del s. XIX con la introducción de productos sintéticos de menor durabilidad y mayor alterabilidad y desde el s. XX en adelante con una concepción artística más experimental ha dado como resultado la introducción de materiales y productos de muy diversa índole y que en muchos casos han provocado un deterioro prematuro en la obra artística, suponiendo su tratamiento, un nuevo reto para la restauración.
Datos de interés del Museo
Dirección: Alcalá, 13.- 28014 Madrid - España
Horario: Martes a Domingos de 10:00 a 15:00 horas, incluyendo festivos.
Teléfono: +34 915240864