Cuando el 1° de enero demos la bienvenida al año 2019, estaremos en el año 5779 del calendario hebreo, en 5119 del calendario tamil, en 4717 del calendario chino, en 2561 del calendario budista, en 1440 del calendario musulmán, en 1397 del calendario persa…
Salvatore D’Onofrio
Desde el culto de Osiris en el antiguo Egipto hasta las ceremonias del solsticio de verano en Cerdeña, pasando por la de Santa Bárbara en el Líbano maronita y las de Piramalai Kallar en Tamil Nadu, provincia de Madrás, en el sur de la India, muchos ritos se basan en el simbolismo de la semilla germinada. Los brotes de trigo, cebada o lenteja también están en el centro de Norouz, el Año Nuevo de los pueblos que formaban parte del Imperio Persa, celebrado cada primavera por unos 300 millones de personas en todo el mundo. Pero, ¿por qué las semillas se arrojan al agua?
En las creencias de todos los pueblos del mundo, cada año, cuando se cierra el ciclo temporal, existe el gran riesgo de que la humanidad perezca. Por lo tanto, es necesario realizar ritos que nos permitan trascender en ese momento. Ahí radica el origen de las celebraciones de Año Nuevo, a menudo festejadas con la llegada de la primavera, que anuncia el renacimiento de la naturaleza. Norouz, que literalmente significa el nuevo día, es una de ellas.
Sus orígenes, que se remontan al menos a dos milenios, continúan siendo poco claros, pero la tradición pervive y está muy arraigada en todos los países que formaban parte del Imperio Persa.
En Irán, corazón de la antigua Persia, los preparativos comienzan dos o tres semanas antes del Año Nuevo: las mujeres empiezan a «sacudir» las casas, es decir, a hacer una limpieza muy concienzuda. El martes previo a la celebración, los hombres organizan juegos que consisten en saltar por encima de hogueras. En cuanto a los niños, reunidos en pequeños grupos, se colocan máscaras y llaman a todas las puertas, tras las cuales les esperan pasteles y algunas monedas. Esta tradición recuerda a Halloween, una fiesta que ahora se asocia con el día de Todos los Santos en el mundo anglosajón y celta, así como a Koleda, fiesta eslava que, con el paso del tiempo, se ha convertido en parte de la celebración de la Navidad.
Pero volvamos a Irán. Llegado el día del equinoccio de primavera, el inicio de las celebraciones se anuncia al son del tambor de Haji Firouz, una suerte de bufón del rey con rostro ennegrecido. La tabla de los «siete elementos» (haft sin) se prepara en todas las casas, incluso en las de la diáspora. Los nombres de estos siete elementos comienzan con la letra ‘s’ (sin): sabzeh (brotes de trigo, cebada, lentejas y otros cereales), sir (ajo), sib (manzana), summak (zumaque), senjed (ziziphus), serkeh (vinagre) y samanu (crema obtenida por la cocción prolongada de brotes de trigo previamente molidos).
A veces se añade un espejo (ainé), tortas o monedas. El Corán puede tener su lugar en la mesa (ha reemplazado al Avesta, el libro sagrado de los zoroastrianos), pero también la poesía. El Diván de Hafez, por ejemplo, el poeta místico persa célebre por haber memorizado el Corán, se utiliza a menudo para la adivinación.
La comida familiar se prepara con pescado y arroz, pero la parte central de la mesa sigue siendo el lugar del sabzeh. Las mujeres sembraron las semillas en platos dentro de las casas al comienzo de las celebraciones y luego las regaron constantemente para que germinaran el Día de Norouz.
¿Por qué estos brotes?
Los orígenes de los brotes rituales son difíciles de precisar. Los indicios más antiguos se remontan a los «lechos de Osiris» (u Osiris vegetativo) del Egipto ptolemaico, una tradición consistente en depositar figurillas en las tumbas que representaban, en posición reclinada, al dios de los muertos y de la resurrección a la vida eterna. Las estatuillas estaban hechas de tierra amasada con agua y granos de cebada.
En la antigua Grecia, en el siglo V, las semillas se plantaban en macetas de barro o cestería, llamadas ‘jardines de Adonis’, que luego brotaban bajo el sol abrasador del verano. El amante mortal de Afrodita, la diosa del amor, era así honrado cada año a mediados de julio, durante el ritual de las adonías.
Por otro lado, no existe indicio alguno sobre brotes rituales en el Avesta. Ni en los escritos persas relacionados con Norouz. Ni siquiera entre los parsis, iraníes de la religión mazdeista que huyeron por oleadas sucesivas a la India debido a la conquista árabomusulmana de Persia, en los siglos VII y VIII.
Sin embargo, las semillas germinadas siguen allí, ocupando el lugar central de la mesa de los «siete elementos», alrededor de la que se reúnen cada primavera unos 300 millones de personas de todo el mundo.
Es concebible que la tradición de los brotes se haya difundido desde el sur de la India, donde aún se utilizan en diversos rituales. Según el etnólogo francés Louis Dumont, entre los Pramalai Kallar de la provincia de Madrás, las mujeres que quieren ver cumplidos sus votos, desfilan llevando sobre la cabeza ollas que contienen diversas cosas, entre ellas brotes obtenidos tras hacer «germinar en la oscuridad durante una semana siete o nueve semillas en algún recipiente».
Tradición judeo-cristiana
Los brotes también ocupan un lugar central en varias festividades europeas. En la Provenza francesa, el 4 de diciembre, día de Santa Bárbara, es tradicional plantar granos de trigo de la cosecha anterior en tres cuencos, para hacerlos germinar y colocarlos en la mesa de la «gran cena» el 24 y luego dejarlos en el pesebre. La misma tradición existe en Líbano, entre los católicos maronitas de etnia árabe, y en Sicilia, entre los habitantes de Castelbuono, en la provincia de Palermo.
El 19 de marzo, los sicilianos adornan también con brotes las «mesas de San José», en las que se colocan hasta 101 platos, para celebrar tanto las virtudes de la pobreza, representada por el santo, como las de la riqueza, representada por el trigo, en particular por el pan que se hace en esta ocasión según recetas muy elaboradas.
En el sur de Italia, el Jueves Santo antes de Pascua, se colocan brotes en el altar del repositorio donde, según la liturgia católica, se celebra la Eucaristía. La comunidad judía de Roma perpetúa una costumbre ritual de los brotes que se remonta a la Edad Media, durante las fiestas de Rosh Hashanah y de Yom Kippur.
Nuestra gira europea termina el 21 de junio, el día del solsticio de verano, en Cerdeña, en la pequeña ciudad de Bari Sardo. Vemos allí una columna de mujeres que llevan en la cabeza brotes, llamados nenniri, en cuencos coronados por una imponente estructura de caña, decorada con panes finamente moldeados y frutas de temporada. Las mujeres marchan por las calles hacia el mar, donde arrojan sus nenniri.
El día decimotercero
También en el sur de la India, las mujeres, en procesión, llevan brotes en la cabeza y, al final del recorrido ceremonial, bailan a su alrededor antes de sumergirlos en el agua.
En la antigua Grecia, los jardines de Adonis se arrojaban en las fuentes o en el mar después de haberlos llevado por las terrazas de los tejados, al igual que los iraníes mazdeístas siguen haciéndolo hoy en día en Yazd, y en otros lugares de Irán.
El decimotercer día después de Norouz, en Irán, todo el mundo sale a pasar una jornada al aire libre: comen, juegan, cantan, y cumplen el último acto ritual de arrojar los brotes al agua corriente… no sin que antes las jóvenes hayan trenzado algunas hebras y formulen el deseo de encontrar marido en el año que comienza.
Noruz es uno de esos ritos que reúnen a sociedades distantes entre sí, tanto en el espacio como en el tiempo, pero que ven en el retorno cíclico de la vegetación un símbolo de la reproducción de la vida. Pero si la germinación simboliza la renovación, la semilla lleva en sí todos los males del año que llega a su fin. Debemos deshacernos de ellas, dejando que las aguas las arrastren lejos de nosotros.
Nauryz, Navruz, Nawrouz, Nevruz, Nooruz, Novruz, Nowrouz, Nowruz! Transcripciones todas ellas de una misma palabra, que designa el día de Año Nuevo celebrado en partes de Afganistán, Azerbaiyán, India, Irán, Irak, Kazajstán, Kirguistán, Pakistán, Tayikistán, Turkmenistán, Turquía y Uzbekistán. En 2009, el festival fue inscrito como parte del patrimonio cultural inmaterial protegido, antes de ser extendido a nuevos países en 2016. Desde 2010 se le dedica un Día Internacional, el 21 de marzo.
Salvatore D’Onofrio
Profesor de la Universidad de Palermo, Salvatore D’Onofrio (Italia) es miembro del Laboratoire d’anthropologie sociale (Laboratorio de antropología social) del Collège de France, donde coordina los Cahiers d’anthropologie sociale (Cuadernos de antropología social) y el grupo de trabajo Archives du Nouvel an (Archivos del Nuevo Año) en París. Es autor del libro Le matin des dieux: du Nouruz persan aux Pâques chrétiennes (La mañana de los dioses. Del Norouz persa a la Pascua cristiana), 2018.
“Reproducido del Correo de la UNESCO”. 2018 octubre – diciembre
Muy feliz Año Nuevo alrededor del mundo diciembre de 1955 Correo de la UNESCO
Viaje en la «alfombra mágica», fiestas, ritos y costumbres
Para casi todo el mundo, el comienzo del nuevo año es un suceso especial, pero ya lo celebremos en el primero de enero o en cualquier otro día, seguimos una costumbre que se remonta a la aurora misma de la civilización. El Año Nuevo, en efecto, cae en días diferentes para los distintos pueblos. Puede celebrarse en febrero o en abril, en junio o en septiembre y en todas partes varían las costumbres que lo acompañan.
En el primer número del año 1954 de nuestra revista, decíamos: «Si hiciéramos un viaje alrededor del mundo en una alfombra mágica y nos asomásemos a esas fiestas en varios países, podríamos darnos cuenta de una enorme variedad de costumbres. La «fiesta de los faroles» remata dos semanas de un espectáculo alegre y ruidoso con el que celebran la llegada del nuevo año los habitantes de la China. En el Japón, el día de Año Nuevo es igualmente alegre. Por pobre que sea, un japonés estrena en ese día telas inmaculadas y dedica varias jornadas para visitar a sus viejos amigos o recibirlos en su casa. Todos los portales se adornan con ramas de pino y lucen nuevos faroles de bambú, mientras en el atrio de las casas penden coloreadas langostas y cangrejos rojos, naranjas y otros frutos que simbolizan los deseos de larga y próspera vida».
«Escocia celebra la víspera de Año Nuevo con una cordialidad que rara vez se puede superar. La tradición de que el primer paso en una casa da la suerte para todo el año, hace que todo el mundo se encuentre en las calles a medianoche, llevando pasteles, vituallas y bebidas para asegurarse la felicidad a lo largo del año que comienza. Así, a través del mundo, en Oriente, en África, en Europa y en el Nuevo Mundo, el Año Nuevo se celebra con complicadas fiestas. Es una ocasión para adoptar nuevas resoluciones (Año Nuevo, vida nueva), para olvidar las cosas ingratas de los doce últimos meses y procurar comenzar de nuevo».
En el mundo árabe, el «nuevo comienzo» de nuestro 1956 será el año 1376. Según el calendario copto, en Egipto y en Etiopía, ese año corresponderá al 1673. En el calendario judío, será el año 5617, mientras en el Japón será el año 31 de la Era de Showa, o del resplandeciente, nombre que se le dará al emperador Hiro-hito después de su muerte.
El año 1956 será para la UNESCO el décimo aniversario de su creación. Su Conferencia general en Nueva Delhi, India, será la primera celebrada en el Lejano Oriente. En la India, la gran festividad de Diwali simboliza el triunfo de la luz sobre la obscuridad o de la verdad sobre la mentira.
El Correo de la Unesco ofrece este símbolo a sus lectores reafirmando su fe en la victoria de la educación y de la comprensión entre los pueblos sobre las fuerzas del obscurantismo y de la ignorancia.