Prodigios de la luz. Sorolla y sus contemporáneos, exposición en el Museo Nacional de San Carlos de México, muestra más de 50 piezas, tanto del artista valenciano, como de otros representantes de la pintura española de fines del siglo XIX y principios del XX
Parte esencial de la vocación de este recinto es la preservación y difusión del arte europeo desde el siglo XIV hasta principios del XX, por lo que en esta ocasión exhibe piezas de su colección –Remendando redes, entre otras- aun cuando gran parte de las obras provienen del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, Cuba, una del Museo Franz Mayer y otras de la Colección Pérez Simón.
Entre las piezas que se exponen se encuentra Niña comiendo sandía, uno de los últimos lienzos pintado por Joaquín Sorolla, así como pinturas de ocho artistas valencianos como Manuel Benedito e Ignacio Pinazo, de los catalanes Hermenegildo Anglada y Santiago Rusiñol, del sevillano Gonzalo Bilbao y del vasco Ignacio Zuloaga.
Marco Silva Barón, jefe del departamento de Curaduría del Museo Nacional de San Carlos, recuerda que la historia de la pintura del siglo XIX en España, estuvo relacionada con los movimientos de los centros europeos de producción artística: “París impuso el ritmo en una Francia que tras las revoluciones burguesas, despertó en los pintores un compromiso social y político asumido a través del arte. Este movimiento, conocido como realismo, tuvo en España sus propias manifestaciones”.
Nuevas propuestas afines a la pintura de género recogieron una búsqueda pictórica que soltó la pincelada, jugó con la luz y se alejó de las líneas, persiguiendo un gesto espontáneo, real y fugaz. La segunda mitad del siglo XIX caminó franca hacia la incorporación de los efectos de la realidad circundante, a través de una pintura que derivó hacia un costumbrismo en sus temas y sus tipos, adquiriendo modalidades regionales.
Producto de las experimentaciones con los efectos de la luz, surge un importante cuerpo de pintores, de arraigo mediterráneo, que componen el llamado luminismo, que se erigió en el tránsito del siglo XIX al XX en una de las propuestas más ricas del arte español, y que significaron el cambio total hacia la modernidad en la escena artística peninsular.
Joaquín Sorolla y Bastida es considerado el principal representante de esta corriente, la cual reinterpretó de una forma personal, concediendo una mayor importancia a la luz en sus obras. En su obra se aprecia la preocupación por captar los efectos de la luz en el instante en que se pinta la escena, elemento que en su producción se convirtió en un fin en sí mismo para la creación de sus piezas artísticas. El pintor se convirtió en el testigo de una realidad que convirtió en tema para el arte, portavoz de un discurso social y popular, por lo que este movimiento constituyó una innovación en cuanto a las temáticas y las formas de representación.
Luz Merino Acosta, subdirectora técnica del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, señala que presentar esta exposición constituye un reto en momentos en los cuales la historiografía española se encuentra enfrascada en el rescate de un serial de figuras que durante años no han gozado de la difusión merecida: “Pintores, algunos de ellos, que a la distancia de más cincuenta años se recolocan tanto en el panorama de la historia del arte como en los espacios de circulación desde una perspectiva que se propone desde el pasado iluminar el presente.”
Manuel Crespo, autor del texto del catálogo que acompaña esta muestra, escribe que fue la escuela valenciana la que logró dar al luminismo español una personalidad propia, “pero fue Joaquín Sorolla el que consiguió conducir esta corriente a su punto de máxima eficacia plástica”.
Hasta 1900, la obra de Sorolla se mueve en torno a lo anecdótico y literario, aunque a la vez desarrolla una obra que refleja el mundo cercano al pintor en franca tendencia hacia el disfrute de la sencillez. Entre 1900 y 1911 el artista entra en su plena madurez, y luego de tanteos conceptuales llega a comprender que el argumento mismo era lo que le estorbaba. Sus obras de esos años no narran, sino simplemente describen.
La obra de Sorolla es un hito en el proceso de gestación del arte posterior. Su manera de entender la pintura como recreación de la realidad, lo retiene ciertamente en la tradición, pero su inteligente comprensión del valor pictórico independiente que puede alcanzar la composición cromática -a despecho de ser un excelente dibujante- así como su preferencia por la emoción frente a la anécdota, colocan su pintura más allá de esa tradición misma.
Exposición abierta hasta el 30 de septiembre de 2013
Museo Nacional San Carlos
Puente de Alvarado No. 50, Col. Tabacalera
Del. Cuauhtémoc, 06030 México, D.F.
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