Un programa pionero puesto en marcha por Naciones Unidas logra incrementar la productividad de la quinua en Puno (Perú) un 57%. El proyecto ha capacitado a más de 1.000 productores
De cultivo infravalorado a constituirse en motor para los productores de los Andes. Ese ha sido el meteórico ascenso que ha recorrido la quinua. Esta semilla dorada, central en la cultura andina, se ha convertido en una palanca para el desarrollo de sus economías. Con este propósito, las Naciones Unidas pusieron en marcha hace dos años un programa innovador que ha contribuido a la reducción de la pobreza y a la mejora de la productividad de los granos andinos en zonas rurales de Ayacucho y Puno, en Perú. Representantes de las Naciones Unidas examinaron los días 27 y 28 de febrero los resultados de este programa, realizando una visita a las diferentes comunidades donde se ha puesto en marcha.
“La importancia de fortalecer la cadena de valor de la quinua y otros granos andinos se debe a que agrupa a muchos pequeños productores en situación de pobreza, por tanto, producir con mayor efectividad y eficiencia tiene un impacto en su calidad de vida. Además, es una cadena con una enorme riqueza, ya que estos granos tienen un nivel nutricional muy alto, y un posicionamiento muy bueno a nivel internacional”, afirma Miguel Maldonado, coordinador nacional del Programa Conjunto de Granos Andinos.
El carácter pionero de este proyecto reside en que ha involucrado el trabajo de tres organismos de las Naciones Unidas, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la UNESCO y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que conjugaron sus especialidades para obtener los mejores resultados. Uno de los mayores logros es el incremento de la productividad en un 57% respecto de la campaña 2014-2015, pasando de una producción de 504 kilogramos por hectárea a 790 kilogramos.
Con sello de calidad
Perú se ha consolidado como el primer exportador de quinua a nivel mundial; sin embargo, desde hace unos años la producción de la quinua se está alejando de su lugar de origen, la cordillera andina, producto de la creciente demanda internacional de este ‘superalimento’, que ha empezado a cultivarse en Europa, Estados Unidos e incluso China.
Mejorar la productividad e impulsar la producción orgánica de esta semilla han sido dos de las grandes preocupaciones del programa. En este propósito, el papel de la FAO ha sido fundamental. El cultivo orgánico de la quinua permite preservar mejor los recursos de agua y suelo, además de dotar de un valor agregado a esta semilla que permite mejorar su precio en el mercado, y, por tanto, incrementar los ingresos de los agricultores.
Este proyecto ha logrado que 500 productores organizados implementen un programa orgánico, tras ser capacitados y asesorados por expertos de Naciones Unidas, gracias al cual han logrado dar un primer paso hacia la certificación orgánica, que les permitirá abrirse puertas en un futuro a mercados lejanos y más competitivos. Además, se ha capacitado a 288 productores para la producción de abonos orgánicos, a 100 campesinos en el uso sostenible de semillas y a 25 productores para que puedan desempeñarse como auditores internos que puedan certificar la producción orgánica de este grano.
“Puno está en proceso de posicionarse como productor de quinua orgánica, este es un paso muy positivo para poder diferenciarnos del resto de producciones”, explica Maldonado.
La quinua cultivada en el altiplano puneño tiene, además, una riqueza más allá de la nutritiva: la cultural. Esta semilla se cultiva desde hace más de 7.000 años y comenzó a ser conocida como la madre de todos los granos. Por ello, la UNESCO, en su labor de rescate de saberes ancestrales, ha concentrado sus esfuerzos en desarrollar un estudio histórico y etnográfico sobre la crianza, cultivo, uso y formas de consumo de la quinua que se transmiten de generación a generación. Además, en el marco del programa, ha generado capacidades locales para el registro y diseño de medidas de salvaguardia de este patrimonio cultural inmaterial.
Del campo al plato
Cómo llevar la quinua del campo al plato es la premisa que condujo a este programa de las Naciones Unidas a rastrear las dificultades que enfrentan los productores de comunidades rurales en extrema pobreza de Puno y Ayacucho. La financiación es uno de los primeros cuellos de botella que ahoga a los campesinos. Por ello se creó la iniciativa “Unica” (Uniones de Crédito y Ahorro) que funciona con el dinero que aportan los miembros que forman parte de ellas y han logrado acumular un capital de más de 100 mil soles. Gracias al programa, se han logrado crear en Puno 10 Unicas, que benefician a 118 productores, el 62% mujeres, las cuales desempeñan un papel fundamental en su funcionamiento.
El Programa Granos Andinos ha capacitado a más de 1200 productores en la gestión cooperativa y comercial. Asimismo, ha apoyado a los campesinos a conectarse más directamente con el mercado promoviendo su producto en ferias internacionales como la ExpoAlimentaria (2016). Es más, se está organizando una misión comercial a Brasil en la que participarán productores de Puno y Ayacucho.
Un legado de sostenibilidad
Además, el programa ha empleado metodologías que puedan ser incorporadas en los servicios de los gobiernos regionales y lograr su sostenibilidad. Es el caso de MyCoop, creada por la OIT para el desarrollo cooperativo de pequeños productores agrícolas, y el sistema de las Unicas.
“La riqueza de este programa reside en haber buscado involucrar a la mayor cantidad de actores posibles de la cadena, ya sean públicos y privados, para sumar esfuerzos. Nos hemos articulado con el Ministerio de Agricultura, con la Comisión de Promoción del Perú para la Exportación y el Turismo (Promperú), y con otras organizaciones y actores locales como el gobierno regional de Puno, lo que ha permitido potenciar su alcance y sostenibilidad”, concluye Maldonado.