El equipo del Instituto de Evolución en África (IDEA) descubre los restos de un niño de hace 1,5 millones de años con una patología relacionada con la anemia
El equipo del Instituto de Evolución en África (IDEA) que está excavando en la Garganta de Olduvai (Tanzania) -más conocida como la Cuna de la Humanidad- ha descubierto en la campaña de 2012 los restos fósiles de un niño que vivió en este lugar hace 1,5 millones de años. Además, este individuo presenta una patología en sus huesos que se relaciona con la anemia, lo que apoya la hipótesis de que los ancestros humanos de cronologías muy antiguas ya dependían del consumo de carne para su supervivencia.
Así se desprende del estudio realizado por estos investigadores que acaba de ser publicado en la revista PLOS ONE y cuyo autor principal es Manuel Domínguez-Rodrigo, profesor de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid y co-director del IDEA junto a Enrique Baquedano, director del Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid. Según este artículo, la patología (Hiperostosis porótica) que presenta este niño, de menos de dos años, se entiende como el resultado de la falta de consumo de las vitaminas B9 y B12, que se obtienen a través del consumo de carne en las sabanas modernas africanas.
Los restos óseos del niño (un fragmento craneal) del que se desconoce el sexo, indican que probablemente murió durante el periodo de destete, cuando los alimentos sólidos comenzaban a incluirse en su dieta y cuando todavía dependía de la leche materna. En este caso, y según el citado artículo, esa leche era nutricionalmente deficiente debido a la falta de consumo de carne por parte de la madre.
Los investigadores justifican en su trabajo cómo esta anemia apoya la hipótesis de que la fisiología humana adaptada al consumo frecuente de carne, como el de nuestra especie Homo sapiens, habría surgido por lo menos hace 1,5 millones de años. Además, esta dependencia apoya la hipótesis de que los humanos primitivos fueron cazadores activos en lugar de carroñeros.
Debate carroñeros-cazadores
Los arqueólogos han debatido durante décadas cuándo y cómo se convirtió la carne un elemento importante en la evolución humana. Las primeras evidencias de su consumo se descubrieron en yacimientos de 2,6 millones de años de antigüedad en África Oriental, en la forma de los utensilios líticos (herramientas de piedra) y en el hallazgo de huesos con marcas de corte.
Sin embargo, hasta ahora esto ha sido insuficiente para documentar si era un recurso habitual o esporádico en la alimentación de nuestros antepasados. Algunos investigadores argumentan que los primeros seres humanos carroñeaban los restos de los animales muertos, recogiendo algunos trozos de carne y otros recursos, insuficientes para ser compartidos con otros individuos.
También argumentan que este carroñeo fue temporal y ocurría sólo estacionalmente en hábitats específicos de la sabana africana. Por ello, estos investigadores defienden que el consumo de carne era marginal, como un alimento de reserva cuando otros recursos eran escasos, como así ocurre en los chimpancés.
En contraste, otros investigadores sostienen que los primeros seres humanos fueron cazadores y conseguían animales antes que otros carnívoros, lo que les permitiría el acceso a grandes fuentes de carne, que podían compartir, como los cazadores-recolectores modernos. Bajo esta interpretación, la carne era un componente esencial de la dieta de nuestros ancestros hace casi dos millones de años.
Los estudios arqueológicos realizados en un número limitado de yacimientos africanos con más de un millón de años y con restos óseos bien conservados indican que los primeros seres humanos muy probablemente tenían acceso a la carne antes que otros carnívoros y, por lo tanto, no eran carroñeros. Sin embargo, su escaso número impide confirmar si esas ‘bonanzas’ de la carne fueron regulares en la conducta humana temprana.
Hoy, la carne es un componente esencial de la dieta humana moderna. Proporciona varios nutrientes que son difíciles de obtener de otros alimentos (tales como la cobalamina) y que son necesarios para el funcionamiento de nuestra fisiología. Su consumo regular es básico para nuestra supervivencia. Otros primates, como los chimpancés, no tienen esa dependencia y, por ello, consumen carne esporádicamente.
Algunos arqueólogos han argumentado que precisamente llegamos a ser humanos cuando nos convertimos en carnívoros-omnívoros, pero la pregunta pendiente es cuándo en nuestra historia nos convertimos en dependientes de la carne, algo que el hallazgo del ‘niño anémico’ de Olduvai ayuda a revelar.
El descubrimiento se encuentra dentro del Proyecto de Paleontropología y Paleoecología de Olduvai (TOPPP, en sus siglas en inglés), dirigido por los citados Domínguez-Rodrigo y Baquedano junto con Audax Mabulla y Henry T. Bunn. El equipo está liderado por el Instituto de Evolución en África de la Universidad de Alcalá y colaboran las universidades Complutense de Madrid, Valladolid, Dar es Salaam (Tanzania) y Colorado (Estados Unidos).
También han colaborado en estas excavaciones la Comunidad de Madrid y los Ministerios de Cultura, de Asuntos Exteriores y Cooperación y de Ciencia e Innovación. Cabe señalar, asimismo, que la ONGD Cives Mundi está construyendo en la Garganta de Olduvai la estación de investigación ‘Emiliano Aguirre’, para su uso por el equipo y por la población local, financiada por la Dirección General de Cooperación, perteneciente a la Consejería de Empleo, Mujer e Inmigración de la CAM.