Para subsanar el déficit de almacenamiento de agua, se necesitará que un amplio espectro de sectores económicos y partes interesadas desarrollen e impulsen soluciones multisectoriales
El informe Qué nos depara el futuro: Un nuevo paradigma para el almacenamiento de agua es un llamamiento urgente a los profesionales de todos los niveles, tanto públicos como privados, y de todos los sectores para que aúnen esfuerzos y promuevan soluciones integradas de almacenamiento de agua —naturales, construidas e híbridas— con el objetivo de satisfacer las diversas necesidades humanas, económicas y ambientales del siglo XXI.
El marco de planificación integrada del almacenamiento de agua que se propone en el informe se basa en el desarrollo sostenible y la resiliencia climática, y encierra el potencial de generar beneficios para las personas, las economías y el medio ambiente durante generaciones.
Mensajes principales:
A medida que los fenómenos climáticos extremos se intensifican, el almacenamiento de agua se vuelve una herramienta cada vez más crucial para lograr la adaptación al cambio climático y para hacer frente a otros desafíos relacionados con el agua.
Desde las sequías en un extremo del espectro hasta las grandes inundaciones en el otro, numerosas poblaciones de todo el mundo padecen fenómenos climáticos que dejan a su paso sufrimiento humano, inestabilidad y pérdidas económicas, y destrucción ambiental. En algunos lugares, los acontecimientos meteorológicos extremos borran en apenas días los avances en el desarrollo humano alcanzados a lo largo de décadas.
En los últimos 20 años, 1430 millones de personas se vieron perjudicadas por sequías (Browder y otros, 2020). Debido a la escasez de agua, el crecimiento de los países puede reducirse hasta un 6 % (Banco Mundial, 2016). Para los pobres, los efectos negativos pueden durar generaciones.
Durante las últimas dos décadas, al menos 1650 millones de personas de todo el mundo padecieron inundaciones, lo que representa un aumento del 24 % respecto de las décadas anteriores (Browder y otros, 2021; Tellman y otros, 2021; Centro de Investigación sobre Epidemiología de los Desastres [CRED] y Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres [UNDRR], 2020). Las proyecciones indican que, para 2030, 180 millones de personas más se verán directamente afectadas por inundaciones (Tellman y otros, 2021).
Más allá de los fenómenos extremos, el cambio climático está generando precipitaciones menos previsibles y más variables, por lo que el suministro de los servicios cotidianos, como el abastecimiento de agua potable en zonas urbanas, se vuelve más difícil, la productividad de los agricultores se reduce, y se desalienta la inversión económica y la creación de empleo.
El almacenamiento de agua proporciona tres servicios principales: mejora la disponibilidad de este recurso, reduce los impactos de las inundaciones y permite regular los flujos de agua para respaldar los sectores de energía, transporte y otros.
Al mismo tiempo, la regulación que se logra con el almacenamiento puede dar pie a la producción de energía limpia, necesaria para mitigar el cambio climático. La generación de energía hidroeléctrica también es un complemento importante de otras formas más variables de energía limpia y equilibra su integración en la red. Por último, el almacenamiento por bombeo (centrales reversibles) constituye una fuente valiosa de almacenamiento de energía.
El almacenamiento de agua dulce es crucial para lograr la adaptación al cambio climático, fundamentalmente porque permite guardar agua para épocas más secas y reducir el impacto de las inundaciones. En los próximos años, las sociedades más estables y duraderas serán, en muchos casos, las que hayan adoptado enfoques más resilientes para el almacenamiento de agua.
En un momento en que las poblaciones de todo el mundo necesitan más almacenamiento, el volumen de agua dulce almacenada está disminuyendo, lo que genera una crisis internacional, una brecha mundial en las reservas de agua.
En los últimos 50 años, la población mundial se ha duplicado, y esto ha dado pie a una creciente demanda de agua y de almacenamiento. Sin embargo, las reservas naturales disponibles han disminuido en alrededor de 27 billones de m³ (McCartney y otros, 2022) debido al derretimiento de los glaciares y las nieves, y a la destrucción de humedales y llanuras de inundación. Al mismo tiempo, el volumen de agua almacenada en instalaciones construidas está en peligro debido a que el espacio útil de los embalses se llena con sedimentos (Annandale, Morris y Karki, 2016), las nuevas construcciones incorporadas en ciertas soluciones de infraestructura de gran magnitud han resultado ser mucho menos sostenibles de lo previsto, y las estructuras construidas envejecen a un ritmo más acelerado que el de la rehabilitación.
A nivel mundial, el déficit en el almacenamiento de agua —la diferencia entre el volumen necesario y el volumen de almacenamiento (natural y construido) operativo en un momento y lugar determinados— está incrementándose (Asociación Mundial para el Agua e Instituto Internacional de Ordenación de los Recursos Hídricos, 2021).
Para subsanar este déficit deben modificarse los enfoques actuales; en gran parte del mundo, continuar como hasta ahora no es una estrategia viable. En la mayoría de los casos, el almacenamiento se evalúa, diseña, desarrolla y gestiona mediante instalaciones independientes y para partes interesadas específicas, lo que da lugar a mecanismos compartimentados que son insostenibles e ineficientes.
Una planificación deficiente del almacenamiento de agua tiene consecuencias costosas. Los múltiples sistemas compiten entre sí y prestan servicios diferentes a distintas partes interesadas, a menudo separadas por límites o fronteras, lo que conduce a un desarrollo descoordinado o a desembalses y a la reducción de los beneficios totales. Por otro lado, no siempre se comprenden bien los costos, los beneficios, los riesgos y las incertidumbres antes de decidir sobre una inversión. Como resultado, no siempre se minimizan o mitigan los impactos negativos en las personas y el medio ambiente, y las soluciones no se elaboran teniendo en cuenta la equidad distributiva.
Abordar el déficit mundial de almacenamiento de agua constituye un desafío compartido. Y este desafío se ve agravado por el hecho de que, si bien el almacenamiento de agua comprende una red integrada de elementos naturales y construidos, rara vez se lo reconoce, planifica y gestiona como un sistema. La mayor parte del almacenamiento de agua del que dependemos en la actualidad se encuentra en la naturaleza y no se supervisa ni gestiona adecuadamente. Asimismo, la mayoría de los cursos de agua compartidos carecen de un marco legal que rija su uso.
En el informe Qué nos depara el futuro: Un nuevo paradigma para el almacenamiento de agua se insta a desarrollar e impulsar soluciones multisectoriales para subsanar el déficit de almacenamiento, adoptando enfoques que integren las necesidades y las oportunidades en todo el sistema (en sus elementos naturales, construidos e híbridos), con el propósito de que sirva de apoyo no para unos pocos, sino para muchos, durante generaciones.
Los países de todo el mundo se encuentran en situaciones sin precedentes, luchando para hacer frente a los desastres relacionados con el agua y tratando de desarrollar, operar y mantener los servicios de suministro. En este informe se propone diseñar intencionalmente soluciones que sustenten servicios de almacenamiento resilientes, sostenibles e incluso cruciales para la vida, que puedan mitigar el impacto de los desastres relacionados con el clima y solucionar el déficit de almacenamiento.
La planificación del almacenamiento de agua presenta desafíos considerables. La mayoría de los países cuenta con recursos limitados y deben buscar enfoques eficientes para aumentar su capacidad de almacenamiento. Esto incluye aprovechar y maximizar los recursos naturales de almacenamiento; evaluar las oportunidades para volver a poner en marcha, rehabilitar o reacondicionar las estructuras existentes, crear otras e introducir reformas (por ejemplo, invertir en instituciones para que gestionen mejor el almacenamiento), y analizar las alternativas al almacenamiento, que van desde la gestión de la demanda y las medidas de suministro alternativo dirigidas a reducir la escasez, hasta las normas sobre zonificación.
La naturaleza es una parte muy importante de la solución. Más del 99 % del almacenamiento de agua dulce de la Tierra se encuentra en la naturaleza, pero en gran medida se lo da por sentado. Es necesario reconocer colectivamente que el almacenamiento natural (las aguas subterráneas, los humedales, los glaciares y las reservas de humedad en el suelo) son fundamentales para la supervivencia, por lo que se las debe proteger y gestionar. Saber lo que tenemos es el primer paso para tomar conciencia del valor de la naturaleza y dejar de agotarla innecesariamente, como ha sucedido durante décadas en muchas partes del mundo.
El almacenamiento de agua debe planificarse con cuidado. Para ayudar a abordar estos y otros desafíos, en el informe se describe un enfoque integrado, sistémico y centrado en los problemas para el almacenamiento de agua (natural, construido e híbrido), que incluye herramientas prácticas —desde la toma de decisiones en condiciones de incertidumbre hasta las técnicas de planificación integrada— que pueden contribuir a simplificar procesos, facilitar la colaboración y, en última instancia, ayudar a los profesionales del sector a ofrecer soluciones resilientes, sostenibles e integradas diseñadas para respaldar a muchas generaciones.
En términos más generales, en el informe se alienta a los profesionales de todos los niveles del sector a repensar sus enfoques sobre el desarrollo y la gestión del almacenamiento, y sobre la inversión en esta área. Todos —desde los funcionarios de los ministerios encargados del sector del agua y de otros ministerios que dependen de los recursos hídricos hasta los ingenieros, los ecólogos, los académicos y los equipos de proyectos del Banco Mundial y de otros organismos internacionales de desarrollo— pueden desempeñar una función importante en la adopción y aplicación de los principios clave que caracterizan el enfoque integrado para el almacenamiento.