La UNESCO corrobora que si todo sigue igual, el planeta deberá hacer frente a un déficit global de agua del 40% de aquí a 2030. De ahí que la única solución sea aprender a administrar este recurso vital de forma sostenible
Esta es la conclusión inexorable a la que llega el último Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo 2015, elaborado en el marco del Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos (WWAP), coordinado por la UNESCO
La presentación de este informe, titulado Agua para un mundo sostenible, tuvo lugar el 20 de marzo en Nueva Delhi (India), dos días antes del Día Mundial del Agua que se celebró el 22 de marzo. El informe subraya que es apremiante cambiar los métodos de uso y gestión de este recurso vital cuando se aproxima el momento de adoptar los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) por parte de las Naciones Unidas.
“Los recursos hídricos, un elemento clave en las políticas de lucha contra la pobreza, a veces se ven amenazados por el desarrollo. Ante el constante aumento de la demanda de agua y la explotación excesiva de las reservas subterráneas, tenemos que cambiar nuestro modo de llevar a cabo la evaluación, gestión y utilización de este recurso del que depende nuestro futuro. Este es el llamamiento de la nueva edición de 2015 del Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo. Sus conclusiones son sumamente útiles en momentos en que la comunidad internacional se dispone a definir el nuevo programa de desarrollo destinado a suceder a los Objetivos de Desarrollo del Milenio”, declaró la Directora General de la UNESCO, Irina Bokova.
Por su parte, Michel Jarraud, Presidente de ONU-Agua y Secretario General de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), afirma: “El agua y el saneamiento son esenciales para alcanzar muchos objetivos de desarrollo sostenible. Existe ya un consenso internacional sobre la importancia fundamental de ambos elementos, debido a que están indisolublemente vinculados al cambio climático, la agricultura, la seguridad alimentaria, la salud, la energía, la equidad social, la igualdad entre los sexos y la educación. Tenemos que avanzar en la mensurabilidad, seguimiento y aplicación de los programas de abastecimiento de agua y saneamiento”.
Una demanda en aumento
En 2000, la India contaba 19 pozos de agua perforados mecánicamente o entubados, frente al millón que tenía en 1960. Esta revolución técnica desempeñó un importante papel en la lucha de la India contra la pobreza, pero el subsiguiente desarrollo de los regadíos agrícolas provocó un considerable estrés hídrico en las regiones meridionales y orientales del país, en particular en los Estados de Maharastra y el Rajastán.
Este ejemplo es de por sí ilustrativo de los vínculos complejos que existen entre el acceso al agua y el desarrollo. Indispensable para el crecimiento económico y la lucha contra la pobreza, el acceso al agua hace de este preciado elemento un recurso natural directamente afectado por el desarrollo socioeconómico. Para resolver este problema es preciso equilibrar la demanda y el abastecimiento, objetivo para el que queda un largo trecho por recorrer. A pesar de los considerables avances logrados en los últimos años, todavía hay en el mundo 748 millones de personas privadas de acceso a fuentes de agua preservadas de la contaminación. Las primeras víctimas de esta situación son los pobres, las poblaciones marginadas y las mujeres.
Nunca como ahora nuestro planeta ha estado tan sediento. Para responder a las necesidades en agua de una población mundial cada vez más numerosa, el sector agrario y el energético tienen que incrementar constantemente su producción. De aquí a 2050, el sector que más agua devora, la agricultura, tendrá que producir un 60% más de alimentos a nivel mundial y un 100% más en los países en desarrollo.
Además, la demanda de bienes manufacturados también tiende a aumentar, lo cual hace que la presión ejercida sobre los recursos hídricos se acreciente. Según las previsiones, en el periodo 2000-2050 el aumento de la demanda de agua del conjunto de la industria mundial se va a cifrar en un 400%.
La gestión del agua sigue sin efectuarse de manera sostenible, a pesar de que la demanda global se ha disparado –de aquí a 2050 está previsto que aumente en un 55%– y de que un 20% de las aguas subterráneas del planeta están siendo explotadas abusivamente. El regadío intensivo de tierras cultivadas, el vertido incontrolado de plaguicidas y productos químicos en los cursos de agua y la falta de tratamiento de las aguas residuales –que afecta al 90% de las aguas de esta clase en los países en desarrollo– son ejemplos manifiestos de las carencias.
Presiones del desarrollo económico sobre los recursos hídricos
El costo ambiental de todas esas prácticas contrarias a una gestión sostenible del agua es muy importante. Se traduce por contaminaciones masivas y pérdidas cuantiosas de numerosos recursos hídricos. En las planicies del norte de China, por ejemplo, el regadío intensivo ha provocado un descenso del nivel de la capa freática que se evalúa en unos 40 metros. El costo ambiental se traduce también por el deterioro –a veces irreversible– de muchos ecosistemas, en particular en las zonas de humedales y las costas. La consecuencia de esto es una merma considerable de la capacidad de esos ecosistemas para purificar y almacenar el agua.
A todas esas presiones se suman las ejercidas por el cambio climático. En efecto, la mayor variabilidad de las precipitaciones lluviosas y la elevación de las temperaturas provocadas por la alteración del clima provocarán un aumento de la evaporación de los suelos y de la transpiración de los vegetales.
Además, la elevación del nivel del mar ocasionada por el cambio del clima puede afectar a los acuíferos de agua dulce de las zonas costeras o bajo influencia marina. Algunas ciudades de esas zonas empiezan a ver sus acuíferos subterráneos invadidos por agua salobre de origen marino, como ocurre en Calcuta (India), Shanghái (China) o Dacca (Bangladesh). Otro tanto ocurre con algunos archipiélagos del Océano Pacífico, como los de Tuvalu y Samoa, donde la salinización excesiva de las aguas subterráneas impide a sus habitantes obtener el agua dulce suficiente para cubrir sus necesidades, viéndose así obligados a importar volúmenes de agua potable cada vez mayores.
Según predicen los autores del informe de las Naciones Unidas, la intensificación creciente de todas esas presiones sobre los recursos hídricos puede desembocar en una competición por el agua entre diferentes sectores económicos, e incluso entre regiones y países.
El informe señala también carencias en la gestión racional y sostenible del agua e insiste en la necesidad de modificar los métodos actuales de evaluación, gestión y utilización de este recurso vital. Hoy en día, el agua se paga con frecuencia a un precio inferior a su valor real y, además, no se tiene en cuenta a la hora de adoptar decisiones en el sector energético y el industrial. Por regla general, las decisiones que determinan en gran medida la utilización que se debe hacer del agua suelen estar en manos de un reducido número de partes interesadas del sector público, semipúblico y privado, que se guían sobre todo por una visión estrecha, a corto plazo, sin tomar suficientemente en cuenta las cuestiones ambientales.
El círculo virtuoso del desarrollo sostenible
El informe destaca la función que pueden desempeñar los poderes públicos para influir en las opciones estratégicas que tienen repercusiones determinantes en la perdurabilidad de los recursos hídricos. Los autores del documento preconizan que se limite la construcción y utilización de centrales térmicas, que producen hoy en día el 80% de la energía eléctrica y devoran grandes cantidades de agua. La limitación de la producción termoeléctrica se puede lograr, por ejemplo, subvencionando energías renovables como la solar y la eólica, aunque actualmente todavía sean costosas. En el ámbito de la agricultura, el consumo excesivo de agua también se puede limitar dando subvenciones a los agricultores que optan por sistemas de regadío eficientes. En un país tan árido como Chipre, los subsidios a los campesinos han permitido que se modifique considerablemente su actitud con respecto a las técnicas de riego y que se impongan métodos menos despilfarradores de agua.
La transición a modos de producción más sostenibles tiene indudablemente un costo en inversiones, pero éstas generan un círculo virtuoso, según el informe. En efecto, algunos estudios han mostrado que por cada dólar invertido en la protección de una cuenca hidrográfica se ahorran hasta 200 dólares en costos de tratamiento del agua. En Uganda, por ejemplo, es preciso invertir cada año 235.000 dólares con vistas a optimizar el tratamiento de vertidos y desechos que se necesita para preservar la integridad ecológica del humedal de Nakivubo. Gracias a esa inversión, este ecosistema húmedo depura el agua destinada a la capital del país, Kampala. El valor del servicio de depuración así prestado por el humedal a esta ciudad se estima en unos dos millones de dólares anuales. En Estados Unidos, se ha estimado que la gestión adecuada de la parte alta de las cuencas hidrográficas que abastecen de agua a Nueva York permite al municipio de esta ciudad ahorrar cada año 300 millones de dólares.
Los esfuerzos realizados por algunos países indican que es posible lograr una mejor gestión y una utilización más escrupulosa de los recursos hídricos, incluso en los países en desarrollo. Una muestra palpable de esto nos la ofrece la Administración de Abastecimiento de Aguas de Phnom Penh, la capital de Camboya. Este organismo, que hace veinte años se hallaba gangrenado por la corrupción y al borde de la quiebra, se ha convertido hoy en uno de los servicios de abastecimiento de agua más eficientes del mundo. En 1998 logró reducir las pérdidas del preciado líquido en un 60% y en 2008 éstas representaban solamente un 6% del volumen de agua suministrado, lo que sitúa a este servicio de abastecimiento camboyano a un nivel de resultados comparable con el de un país desarrollado como Singapur.
En estos momentos en que las Naciones Unidas se disponen a adoptar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para el periodo 2016-2030, el informe subraya que uno de esos objetivos debe estar íntegramente centrado en la cuestión del agua. También preconiza que, a diferencia de lo ocurrido con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (2001-2015), no se haga hincapié exclusivamente en el acceso al agua y el saneamiento, sino que se tengan en cuenta otras cuatro cuestiones: la gobernanza de los recursos hídricos, la calidad del agua, la gestión de las aguas residuales y la prevención de catástrofes naturales ocasionadas por el agua. El organismo interinstitucional ONU-Agua ha formulado una propuesta a este respecto. Se prevé que la adopción de los ODS tendrá lugar el próximo otoño durante la celebración del correspondiente periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
El Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo es fruto de la colaboración entre los 31 organismos de las Naciones Unidas y las 37 organizaciones internacionales que componen ONU-Agua, De su elaboración se encarga el Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos (WWAP), albergado por la UNESCO.
Destinado en un principio a hacer un balance global de la situación de los recursos hídricos en el mundo, este informe se ha venido publicando hasta 2012 con una periodicidad trienal, pero desde 2014 se edita anualmente y tiene un carácter monográfico. Su presentación al público se efectúa ahora con motivo de la celebración del Día Mundial del Agua, cuya temática coincide con la del informe.