Los cuatro budas de la ciudad antigua de Polonnaruwa transmiten, más allá de la religiosidad de uno, una tremenda sensación de serenidad
La ciudad antigua de Polonnaruwa, es uno de los ocho lugares reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en Sri Lanka. El interés de esta ciudad son sus bien conservadas ruinas y restos arqueológicos de la ciudad antigua que datan del siglo X, cuando esta ciudad era capital de la entonces llamada Ceilán. Se trata sin duda de una visita imprescindible para el viajero que visite este país.
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Un buen punto de partida para comenzar la exploración de la ciudad es sin duda el Museo Arqueológico, ya que nos ayudará a comprender mucho mejor la posterior visita a las ruinas. El museo se encuentra fuera del recinto arqueológico, y junto a este pueden verse las ruinas del palacio real Nissanka Malla y los baños reales. Son restos de menor importancia, pero su entorno solitario y su ubicación a la ribera del lago proporcionan atardeceres inolvidables.
La entrada al recinto principal, junto a la carretera, da paso a un remanso de paz. La bicicleta es sin ningún género de dudas la forma más agradable de visitar este conjunto monumental, cuyo recorrido lleva unas cinco o seis horas, ya que te permite alcanzar todos los monumentos en un agradable pedaleo por un perfil bastante plano. Prácticamente cualquiera de las casas de huéspedes que hay en la ciudad alquila bicicletas a un precio razonable.
A primera hora de la mañana el frescor de la frondosa vegetación tropical inunda de optimismo el alma del paseante. A estas horas del día, lejos aún del calor de las horas centrales, los monos más jóvenes invaden las ruinas con sus ruidosos juegos, mientras que los adultos se dedican a sus cuestiones de aseo y meditación. Para el ojo occidental, no acostumbrado a ver a estos animales como parte del paisaje, constituye todo un pasatiempo echar el rato observando sus divertidas cabriolas y sus inesperados comportamientos. Verlos trepar por entre la maleza y las ruinas confiere al conjunto un aspecto aún más salvaje, como de película de Indiana Jones.
La mayoría de grupos organizados comienza el circuito desde la entrada hacia la salida, por lo que las mayores aglomeraciones se producen en todos los puntos a horas similares. El viajero independiente puede aprovechar su libertad para dirigirse a la salida y hacer el recorrido en dirección inversa, gozando de esta manera de mayor soledad y sosiego. Dentro del recinto es posible comprar bebidas y tomar comidas ligeras. Lo único importante que hay que tener en cuenta es que, ya que hay que descalzarse para visitar la mayoría de los templos, conviene llevar a mano unos calcetines, no tanto por cuestiones higiénicas, sino en especial porque la exposición al sol de algunos de ellos haría imposible caminar por su superficie.
Siguiendo el orden tradicional, lo primero que se visita es el Palacio Real y la Sala de Audiencias. Lo que llama la atención de estas ruinas es su soberbia magnitud, que albergaba un total de 50 habitaciones, amén de salones y cuartos regios. Unos cercanos estanques reales otorgan al entorno una sensación aún mayor de quietud. Pero lo mejor está aún por llegar.
El Cuadrángulo, centro espiritual de la capital
El complejo de edificios antiguos más espectacular y mejor conservado de Sri Lanka se encuentra en este complejo, y es conocido como “Cuadrángulo”. Durante doscientos años fue el centro neurálgico y religioso del imperio. Especialmente destacado en este conjunto es el Vatadage, una estructura circular con cuatro accesos por escaleras, que contiene cuatro budas sentados en meditación en torno a una dagoba (estupa) construida en ladrillo, y mirando a cada uno de los puntos cardinales.
El interior este círculo de piedra es uno de esos lugares capaces de envolver al peregrino en una aureola mágica de paz y sosiego. Los cuatro budas transmiten, más allá de la religiosidad de uno, una tremenda sensación de serenidad. La armonía de su construcción se completa con unas bellísimas escaleras flanqueadas por ninfas, frisos de leones, escalones ricamente ornamentados y una sublime moonstone (empedrado en forma de luna) en la entrada norte, considerada la mejor de la ciudad.
Varios de los edificios del “cuadrángulo” contuvieron en su día el famoso diente de Buda que fue salvado de la pira en el último momento. Dado que la ubicación de la reliquia ha marcado a lo largo de la historia la supremacía de la capital del Imperio, esta llegó a Polonnaruwa de la mano del poderoso rey Parakramabahu I, proveniente de la ya olvidada Anuradhapura. Posteriormente con la decadencia de la ciudad, el famoso diente fue trasladado a la todavía pujante ciudad de Kandy
El “cuadrángulo” acoge así mismo otros restos de pequeños santuarios, y otras salas pobladas de sinuosas columnas especialmente fotogénicas que estaban dedicadas al rezo, así como diversas figuras de Buda. Resulta fascinante imaginar como en el siglo XIX, durante la época colonial, los ingleses sacaron del olvido y arrebataron a la selva todas estas maravillas arqueológicas.
La Dagoba Rankot Vihara
Otros templos interesantes del yacimiento son Shiva Devale, Vishnu Devale, Pabula Vihara y muy especialmente Rankot Vihara. Se trata de un ejemplo más de las inmensas y genuinas estupas que se erigen en Sri Lanka, y que tienen en Anuradhapura su principal exponente. Pero también Polonnaruwa tiene esta de 175 metros de diámetro y 55 de altura rematada con un pináculo. Estas estupas, que se convierten al finalizar el viaje en una de las imágenes características de Sri Lanka, estaban destinadas a contener reliquias budistas. Darle una vuelta alrededor, parece ya una liturgia para cualquier paseante que se acerque a una de ellas, siempre y cuando la temperatura del suelo sea soportable a unos pies descalzos.
Los Budas de Gal Vihara
El conjunto Gal Vihara constituye uno de esos lugares que el visitante no olvida nunca por muchos viajes que haga. Se trata de tres enormes figuras de Buda talladas en la misma roca de granito, y está considerado uno de los conjuntos más distinguidos y refinados del arte cingalés y budista. El primero se presenta sentado, en posición de meditación y gesto reflexivo; el segundo en pie, con una inusual posición de brazos cruzados sobre el pecho y expresión de sufrimiento, representa la iluminación; el tercero, de quince metros de longitud, está recostado sobre una flor de Loto, y representa los instantes finales del Nirvana antes de la muerte. Éste último está considerado la estatua más perfecta y misteriosa de Sri Lanka.
El tiempo se detiene frente a esta triple escena, que completa un cuarto Buda mucho más pequeño y sencillo que los anteriores. Este conjunto por si sólo justifica cualquier esfuerzo que uno haya tenido que hacer para llegar hasta tan remota ciudad.
Para el viajero energético aún quedan dos visitas algo más alejadas. El Lotus Pond es una curiosa piscina de 8 metros de diámetro formada por cinco figuras concéntricas con ocho pétalos cada una, asemejándose a una flor de loto. La Tivanka Image House son los restos de un antiguo monasterio cuyo interés principal se lo lleva la sutil belleza de los frescos que aún son visibles en el interior, y que constituyen las únicas pinturas murales que se conservan en todo el recinto.
Entradas para el Triángulo Cultural
La ciudad antigua de Polonnaruwa está incluida dentro de los sitios arqueológicos del llamado Triángulo Cultural. Se pueden comprar entradas individuales, pero si tenemos previsto visitar al menos Anuradhapura, Polonnaruwa y Sigiriya entonces es más económico adquirir el Round Ticket, un conjunto de cupones que da acceso a estos tres sitios, además de otros menores como Ritigala, Medirigiriya, Nalanda y algunos lugares de Kandy. La entrada individual a cada uno de esos tres sitios cuesta 15 US$, mientras que el Round Ticket vale 32’5 US$ o su equivalente en rupias (no se puede pagar directamente en euros), por lo que sale casi uno de los 3 sitios gratis.
Como limitación debe tenerse en cuenta que una vez realicemos la primera visita a un sitio se marca la fecha en el Round Ticket y deberán realizarse el resto en un plazo máximo de 15 días. En teoría cada entrada es válida sólo para un día, pero si tenemos la intención de volver al día siguiente y se lo decimos al guarda de la entrada no suelen poner reparos, aunque es conveniente que marquen nuestro número de pasaporte en la taquilla.